Ficha Técnica:
Título original: Espantapájaros
Editorial: Losada
País: Argentina
Año: 1932
En la teoría:
No sé cuánta
narrativa hispanoamericana del siglo XX he leído, pero de seguro que más de la
que me gustaría. Que conste que hablo con conocimiento de causa, obligado
durante cinco años, pero conocimiento al fin y al cabo. Ricardo Güiraldes.
Alcides Arguedas. García Márquez. Miguel Ángel Asturias. Juan Rulfo. Rómulo
Gallegos. Y Mario Vargas Llosa, entre otros muchos. Pues con todo no le he cogido gusto a la novela del otro lado del charco. No, y no sé por qué. Quizás se cumpla
en mí eso de que “no está hecha la miel para la boca del asno”. Quién es quién,
miel/asno, narrativa hispanoamericana/yo, lo dejo a elección del
consumidor.
Tampoco me
gusta la poesía. Matizo. En todo caso me gusta menos que el sucedáneo de
chocolate “Donaire”, en la misma medida que un bodegón del XVII y más, mucho más, que la narrativa hispanoamericana. Pues fíjate tú que es precisamente la poesía
de ese continente la única capaz de abstraerme de la realidad. César Vallejo. Vicente Huidobro. Gabriela
Mistral. Pablo Neruda. Mario Benedetti. Oliverio Girondo. Oliverio Girondo, ¿te suena?
Argentino de nacimiento, cosmopolita por convicción, su poemario Espantapájaros (1932) es fundamental... al menos para mí.
Existe un artículo magistral sobre Girondo de 2011 firmado por el periodista Juan Sasturain que te recomiendo encarecidamente que leas, no solo porque ofrece información que no encontrarás con facilidad por la red, sino por la manera tan "girondina" en que está escrito: “Veinte motivos para leer a Oliverio Girondo” (publicado en el diario argentino Página 12). Ni uno solo de esos motivos tiene desperdicio alguno, créeme. No voy a entrar en menesteres filológicos porque hasta para mí sería infumable en esta etapa de mi vida (la niña ya está crecidita y es poco impresionable), pero sí me atrevo a recomendar el sentir mundano de este poeta atemporal que es capaz de escribir:
“Que te enamores tan locamente de una caja de hierro que no puedas dejar, ni un momento, de lamerle la cerradura”. ("21", Espantapájaros, 1932)
La poesía de Girondo no necesita ni de diccionarios ni de intérpretes. Habla por sí sola en una lengua tan sincera y llana que no solo me reconcilia con la poesía, como aseguraba el propio Sasturain, su pluma me reconcilia con el mundo. ¡Buen provecho!
Existe un artículo magistral sobre Girondo de 2011 firmado por el periodista Juan Sasturain que te recomiendo encarecidamente que leas, no solo porque ofrece información que no encontrarás con facilidad por la red, sino por la manera tan "girondina" en que está escrito: “Veinte motivos para leer a Oliverio Girondo” (publicado en el diario argentino Página 12). Ni uno solo de esos motivos tiene desperdicio alguno, créeme. No voy a entrar en menesteres filológicos porque hasta para mí sería infumable en esta etapa de mi vida (la niña ya está crecidita y es poco impresionable), pero sí me atrevo a recomendar el sentir mundano de este poeta atemporal que es capaz de escribir:
“Que te enamores tan locamente de una caja de hierro que no puedas dejar, ni un momento, de lamerle la cerradura”. ("21", Espantapájaros, 1932)
La poesía de Girondo no necesita ni de diccionarios ni de intérpretes. Habla por sí sola en una lengua tan sincera y llana que no solo me reconcilia con la poesía, como aseguraba el propio Sasturain, su pluma me reconcilia con el mundo. ¡Buen provecho!
“Se
miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se
respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se
adormecen, se despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se
mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se
aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se
retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se
acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se
perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan, se rehúyen, se evaden y se
entregan”.
En la práctica:
Está bien, lo confieso. Hace un rato me he reído de mí misma como si de otra persona se tratase. Y es que, siempre que tengo en mente dejar por escrito algún pensamiento inquieto que recorre a gritos mi cerebro de lado a lado, me digo bien segura: “seré breve”. Sí, breve, claro, claro. Cuando he sobrepasado la segunda página de un mecánico WORD me ha sobrevenido una repentina risa, tan floja como silenciosa, que ha inundado la habitación por completo. Lo he borrado todo y he comenzado de nuevo, despojada de lo superfluo.
Posiblemente no sea el mejor poeta en lengua castellana de principios del XX, aunque sí dicen que es el mejor argentino. De seguro que no es el más conocido, aunque a mí me llena sobremanera. Es fácil recomendar algo que gusta, pero compartir algo que te hace vibrar tanto que quisieras guardar solo para ti como una posesión valiosa que manos ajenas puedan mancillar, querido, querida, eso no lo es tanto. Pero...