jueves, 9 de julio de 2015

"Benny y Penny: De mentira", un cómic infantil de Geoffrey Hayes


Ficha Técnica:

 Título original: Benny and Penny in Just Pretend

Autor: 
Geoffrey Hayes

Género: Cómic


Páginas: 36 (con ilustraciones a todo color)


ISBN: 9788424635640

Editorial: La Galera

País: EE.UU.



Argumento:

Benny, un ratoncito con mucha imaginación, juega al despiste con Penny, su hermana pequeña, empeñada en compartir juntos los ratos de esparcimiento que dejan las tareas diarias.  


En la teoría:

Es cierto que hay ocasiones que se pintan solas. Ocasiones que vienen dadas y que se presentan con la naturalidad de un repartidor de publicidad a primeros de mes. Pero también las hay que se dejan escapar adrede, con cierta desidia me atrevería a decir, como si el camino estuviera repleto de gominolas de fresa en lugar de piedras. Reconozco que estos días habrían sido ideales para escribir una entrada sobre Kafka ya que el pasado tres de julio se cumplían 132 años de su nacimiento. O tal vez para hacer una "pequeña" reseña sobre la genial The Imitation Game (película británica de 2014) ahora que está tan de moda maquillar los perfiles de Facebook con los colores de una bandera multicolor que, aunque representa solo a una parte de la población, es capaz de mover más conciencias que nuestra harto renegada bandera patria. Jamás las prácticas sexuales de los demás me han supuesto ningún tipo de condicionante a la hora de establecer relaciones, tal vez por eso a mí la condición sexual de cada uno no me parece un motivo de orgullo. En fin, soy humana, puedo estar equivocada... o no. Y la verdad es que da igual que te preguntes por qué o por qué no, da igual si a través del cristal veo desdibujarse cada vez más tu silueta, todo da igual porque el hilo que nos une es tan irreal que estoy segura de que forma parte del que se utilizó para tejer el traje nuevo de aquel emperador de cuento.

Admito que la tarea de recomendar un libro no es fácil. La lectura está siempre llena de condicionantes que hacen inclinar la balanza a un lado o a otro dependiendo de cómo sople el viento, al estilo de un barco a la deriva en busca de puerto. No hace mucho, tras leer en tiempo récord la "trilogía de los escribas" de Glenn Cooper (La biblioteca de los muertosEl libro de las almas y El fin de los escribas), me lié en una conversación pseudo-literaria con el marido de una amiga gran aficionado también a la lectura que andaba inmerso en una historia apocalíptica sobre los efectos de una posible invasión zombi (Guerra Mundial Z de Max Brooks, sí, el hijo de Mel), muy propia de él (aquí en confianza). Bueno, al final nos intercambiamos los libros: tres para él y uno enooooorme para mí. Como era natural, no hubo feeling por ninguna de las partes. Se ve que los pesos de nuestras balanzas no estan equilibrados de la misma manera.


Entrando en materia, confieso que me resulta extraño verme aquí sentada intentando soltar una parrafada sobre un cómic infantil recomendado para lectores de cuatro años. No es que el argumento sea complicado de resumir, simplemente su sencillez de miras lo convierte en algo difícil de describir. Quizás sea porque, en esta ocasión, el protagonismo pertenezca en exclusiva a quienes se ríen sin un motivo aparente, quienes absorben la realidad que les rodea con la naturalidad sonora con la que algunos toman sopa. Además, el comic de Benny y Penny, una historia llena de onomatopeyas y frases exclamativas, adquiere en manos de mi hijo su máxima valía porque, ahí donde lo ves con solo cuatro años y medio, es el primer libro que él ha leído solito. A mí los libros de actividades no me convencen del todo. Sé exactamente cuáles son sus necesidades de aprendizaje y tendría que hacerme con una infinidad de cuadernillos que se andan por las ramas para saciarlas. Por eso prefiero ir recopilando poco a poco aquello que considero que le puede resultar útil, por eso compré este libro para que lo leyera durante el verano y, en ese sentido, la historia de Benny y Penny ha sido todo un acierto.  


Este cómic del norteamericano Geoffrey Hayes contiene unas ilustraciones excepcionales a todo color que sin duda agradan a grandes y pequeños. La letra de los "bocadillos" posee el tamaño adecuado para los primeros lectores y las frases, simples y cortas, no suponen mayor dificultad para quienes comienzan a hacer sus primeros pinitos. Seamos realistas, con cuatro años no se puede leer un texto narrativo por breve que este sea, no si no va acompañado de unos dibujos que llamen poderosamente la atención, por eso el formato cómic es, a mi modesto entender, el acercamiento perfecto a la lectura para esta edad. De pequeño tamaño para que sus pequeñas manos puedan manejarlo con facilidad, el libro ofrece en poco más de treinta páginas una historia entrañable sobre el poder de la imaginación y los juegos colectivos. Valores positivos, comportamientos adecuados, el aprendizaje ejemplar básico para cualquier niño de cuatro años. 

En rasgos generales, para que te puedas hacer una idea, el autor recurre al leitmotiv de las aventuras de los conejitos "Max y Ruby" (basadas en los libros infantiles de Rosemary Wells), que pueden verse a diario en el canal(una marca dedestinada al público preescolar). Parece que el secreto reside en hacer lo mismo pero de distinta manera. Max y Ruby, Peppa y George, Tommy y Tallulah. Hansel y Gretel, Diego y Daniela, Benny y Penny. Aunque la imaginación de los adultos es bastante limitada (como puede apreciarse), la de los niños aún no conoce fronteras, quizás por eso a mi hijo las aventuras de estos ratoncillos le resultan de lo más originales. Visto de esta manera, no seré yo quien le lleve la contraria.


En la práctica:


Mi hijo, metro veinte de pura inspiración, un impulso vital con una sonrisa arrolladora que consigue que me olvide hasta de mí, anda entretenido con eso que llamamos "hacerse mayor". No pierde detalle de cuanto acontece a su alrededor y derrocha inquietud por saber, una de las mejores cosas que le podría pasar a su edad. A él leer le gusta, mucho además, y no le parece una pérdida de tiempo aprender porque le proporciona la autonomía e independencia que necesita para sí. Hace un par de semanas se me acercó indignado para recordarme que él me había pedido batido de CHOCOLATE y acababa de ver en el frigorífico que yo se lo había comprado de CACAO. Está claro que la lectura sin control es como la potencia, un arma de doble filo. 

Cuando fui a recoger las notas este último trimestre, la señorita de mi hijo me comentó que, además de alcanzar los objetivos del curso, Guillermo andaba ya inmerso en algunos del curso siguiente. "¿Cómo es que sabe leer?", me preguntó de pasada, intentando que no se notara demasiado que no era a ella a quien correspondía el mérito. "¿Cómo es que sabe leer?", repetí yo mientras me daba unos segundos para pensar una respuesta que no me comprometiera demasiado. "No sé, imagino que sabe leer porque empleamos con él el método más efectivo inventado hasta el momento: El ejemplo". Ella sonrió y cambió de tema. No había mucho más que decir.