miércoles, 28 de enero de 2015

"Born Equal", una película de Dominic Savage (2006)


Ficha Técnica:


Título original: Born Equal

Género: Drama Social

Actores principales: Colin Firth y Robert Carlyle

Duración: 83 minutos

País: Reino Unido




Sinopsis:

Robert, un asesino convicto recién salido de la cárcel, accede como único recurso a un hostal de la periferia de Londres donde también se refugian Yemi e Itshe, una pareja exiliada de Nigeria por presiones políticas, y Zoe, una adolescente que acaba de escaparse de casa. Mientras hace de la búsqueda de su propia madre su dedicación casi exclusiva, Robert entabla amistad con Michelle, una mujer embarazada que huye de un marido maltratador. En una lujosa zona residencia de la misma ciudad vive Mark, un rico banquero que intenta llenar el vacío que le produce su matrimonio proporcionando ayuda a los menos afortunados según las directrices de una asistente social llamada Sally.
La vida de cada uno de los personajes se cruzará de manera sorprendente en el Londres del nuevo milenio y se encaminará sin remedio a un final por escribir del que solo ellos serán responsables. 


Primer plano:

El verano pasado, por circunstancias de esas que crees que solo les ocurren a los demás hasta que te pasan a ti, tuvimos la oportunidad de disfrutar en familia de una semana en Londres, la ciudad de los museos gratuitos. Guillermo alucinó, no solo por ver la city desde la primera fila del segundo piso de unos maravillosos autobuses rojos, sino por pasar toda una tarde en el Natural History Museum ("Museo de Historia Natural") viendo los más variopintos dinosaurios (y un día entero en Peppa Pig World, que mi hijo no deja de ser un niño, al que le gustan los museos, pero un niño al fin y al cabo). El ritmo vertiginoso de la mayor área urbana de toda la Unión Europea se quedó acoplado a nuestros zapatos imponiéndonos una marcha que, a duras penas, habríamos soportado un par de días más.
Recuerdo en particular una noche. Después de una jornada agotadora de idas y venidas, mi marido y mi hijo cayeron exhaustos en la cama mientras yo, abonada dentro y fuera de nuestras fronteras a un insufrible insomnio, me rendí al televisor como trillado consuelo. El momento fue providencial. En uno de los pocos canales que estaban sintonizados empezaba Born Equal, una película de alto contenido social producida por la BBC directamente para la televisión y con la que se pretendía celebrar el 40º aniversario de Cathy, come home de Ken Loach (1966), también producida para televisión por la BBC y con la misma carga social. Casi nada.

Créeme cuando te digo que es una exquisitez de principio a fin. La crítica social contenida en algo menos de una hora y media es tan brutal que deja sin saber bien qué decir al respecto más allá, eso sí, de que se trata de una historia de personas que se cruzan, de sentimientos que se encuentran, de realidades que se descubren y de vidas que se apagan a distinto ritmo pero de forma inevitable. Puro y simple placer fílmico. 
Es obvio que los escenarios principales no se localizan en una ciudad tan rojigualda como la mía, una copia mala de la que un día fue, una ciudad que parece que esté en venta a razón de la de carteles de negocios con las puertas cerradas que se ven a mi paso. No, definitivamente no se desarrolla en un país tan en ruinas como el mío aunque, en realidad, no es necesaria esa cercanía visual para sentirlo todo muy cercano (los edificios del extrarradio jamás han entendido ni de modas ni de costumbres). En Born Equal el oprimido sufre su opresión en silencio mientras el acomodado disfruta de su comodidad a voz en grito. No hay más, no necesita más. La desigualdad social a flor de piel entre personas que, aun compartiendo el mismo espacio, pertenecen a mundos diferentes. Personas que, guste o no, se cruzan en nuestro camino a diario sin que nos demos cuenta de que todos sin excepción, ellos y nosotros, soportamos un hambre terrible agarrada a nuestras tripas: Unos de alimentos, otros de afecto, de ilusiones, esperanzas. Pero hambre al fin y al cabo.

Dominic Savage cuenta con un magnífico reparto (encabezado por un sereno y atractivísimo Colin Firth y por un soberbio Robert Carlyle) para recordarnos que no es más feliz el que más tiene aunque tampoco el que menos necesita. Sin ir más lejos Mark, teniendo todos los ingredientes necesarios para ser feliz, en realidad no lo es simplemente porque se siente atrapado en un estilo de vida que no le satisface. Y, aunque compartir su tiempo con los desfavorecidos le hace crecer como persona al tiempo que le sirve para evadirse de un matrimonio sumido en la rutina, al final decide volver por voluntad propia a esa aburrida "zona de confort" en la que encuentra al acecho su perdición mental... y física. Tan real como la vida misma. Pero no corren mejor suerte los personajes que sobreviven al otro lado del Támesis porque nadie sale vencedor en esta historia de vencidos, nadie sufre un repentino cambio de suerte por mucho empeño que ponga en ello. Lo que yo te diga, tan real como la vida misma.


Plano subjetivo:

Born Equal es un producto altamente recomendable para su consumo. ¿Por qué? Porque cada día morimos un poco. Cada día, sin que nos demos cuenta, todo se acelera a nuestro alrededor mientras nosotros nos ralentizamos. Cada día, hasta que llega el momento en el que ni siquiera nos sentimos parte del mundo en el que vivimos. Porque pertenecerá a otros sin hambre, ni de alimentos, ni de afectos, ni de ilusiones o esperanzas. Otros que cada día morirán un poco. Porque cada día, sin que se den cuenta, todo se acelerará a su alrededor mientras ellos se ralentizan. Cada día, créeme, hasta que llegue el momento en el que ni siquiera se sientan parte del mundo en el que viven. Porque ya pertenecerá a otros. 
Esta película es un regalo no perecedero. No importa cuándo lo consumas, no se estropeará, pero mejor consúmelo pronto porque, como ya sabes, cada día morimos un poco...


lunes, 19 de enero de 2015

"Librería Anticuario Raimundo", libros antiguos y de ocasión, Cádiz (1987)


Ficha Técnica:



Librería Anticuario Raimundo

Dirección: Plaza de San Francisco 4D, 11004 Cádiz

E-mail: info@libreriaraimundo.com

Teléfono: 956 220 115

Móvil: 629 664 636




Riqueza de texturas:

En Cádiz nos conocemos todos... o casi. Pese a ser capital de provincia y ciudad trimilenaria, su situación geográfica, delimitada por el Atlántico por todas partes salvo una, la asemeja a un cartuchito de cazón en adobo donde todos vivimos alegremente apelotonados. Viven alegremente apelotonados (parece que el subconsciente me haya jugado una mala pasada).


Corría el año 1987 cuando Raimundo Gramontell Bermúdez fundó la conocida "Librería de Ocasión Raimundo". El pequeño local, situado en la Plaza de San Francisco, hace esquina con la calle Rafael de la Viesca, escritor gaditano diputado a las Cortes en varias legislaturas. Centenares de veces me quedé embobada de pequeña observando su escaparate, repleto de postales antiguas y de láminas de cromos de temática varia. Recuerdo haber entrado en la tienda de la mano de mi padre alguna que otra vez para comprar una de esas antiguas láminas por unas cuantas pesetas. De aquella época guardo aún una caja llena de cromos. Mi colección debe de superar el millar e incluye alguna que otra pieza rara de los años cincuenta. Es algo que llevo atesorando desde hace más de treinta años para mi descendencia pero, dado el mínimo interés que mostró mi hijo cuando se la enseñé, creo que al menos pasarán otros treinta antes de deshacerme de ella. Aunque nunca se sabe.

A mediados de los noventa, cuando ya estaba en la universidad, el librero tuvo la oportunidad de hacerse con un nuevo local a escasos metros del anterior. La tiendecilla de la esquina se le había quedado pequeña y "El mercadillo de Raimundo" le permitía mantener el mismo encanto pero en el tripe de espacio. Las copias litográficas sustituían en su escaparate a los cromos y los libros se apilaban en altísimas montañas. A veces se arremolinaban tantos ejemplares en el suelo que parecían querer engullir a los curiosos en un mar de letras. Recuerdo dos anécdotas de aquellos años. Verás, una tarde de ocio universitario entré sin buscar nada en particular. Me di una vuelta sin prestar especial atención a ningún tomo hasta que mis ojos se posaron en una edición íntegra e ilustrada de El Decamerón de Boccaccio. Ojeando un poco más el volumen, resultó ser una copia de la primera traducción castellana editada en Sevilla en 1496 a la que acompañaba un centenar de miniaturas flamencas del siglo XV. Una joya a precio de saldo. Cuando fui a pagar, quinientas de las antiguas pesetas, Raimundo, que no destaca por ser el librero más sociable del mundo, sacó de un armario un programa cultural y una revista dedicada a Adolfo Vila Valencia, un escritor gaditano de principios del XX especializado en asuntos de la capital, y me los regaló. Solo alguien de Cádiz amante de las letras será capaz de reconocer la valía de ese detalle. ¡Qué tiempos! Unos años más tarde, debía de estar yo en tercero o cuarto de carrera, pasé unos meses preparando una nota bibliográfica extensa sobre el escritor romántico Antonio García Gutiérrez. Se daba la circunstancia de que, además de ser de la provincia (nació en Chiclana de la Frontera), el estreno de su drama El trovador (que Verdi convirtió en la ópera Il trovadore) fue el más aplaudido y aclamado de toda la historia del teatro español según documentan las crónicas, al punto de que el propio autor se vio obligado a salir y saludar al público en medio del escenario, práctica nada habitual en la época. En "El mercadillo de Raimundo", por doscientas pesetas, encontré un ejemplar que mi profesor de literatura de ese curso me quiso comprar por diez veces su precio. Pese a las necesidades económicas propias de una estudiante, no acepté. Ese libro, que aún conservo, es una edición crítica de L. A. Blecua con prólogo y notas de Joaquín Casalduero, dirigidos ambos por Francisco Rico en 1972. Quizás a ti toda esta palabrería no te diga nada, pero te aseguro que se trata de un lujo filológico.

Hace poco se inauguró una tercera librería, esta vez en la calle San José, perpendicular a la calle Ancha: "Libros viejos y de ocasión Raimundo". Este enorme local, lleno de colecciones de libros raros, sirve también de punto de recogida para las compras online. Aunque las circunstancias imponen cambios, las librerías de Raimundo conservan el encanto original de una pequeña tienda cuyo umbral transportaba a otros espacios y tiempos. El olor a papel usado, la visión imaginaria de un "pececillo de plata" acampando a sus anchas entre miles de páginas engomadas, el silencio de tantas palabras amontonadas. Sin duda alguna, tres rincones singulares de la capital gaditana dignos de tener en especial consideración.


Sensación visual:

Todos nos adaptamos al cambio cuando no queda otra. Todos nos amoldamos a la vida tal y como nos cae encima por molesto que nos resulte su peso. Pero no todos somos conscientes de que, aunque el cuello del embudo sea mucho más estrecho que su boca, en ambos extremos hay un agujero. No lo olvides, por favor, de todo se sale, solo es cuestión de tiempo.


viernes, 16 de enero de 2015

"El verano de los juguetes muertos", una novela de Toni Hill (2011)


Ficha Técnica:


Título: El verano de los juguetes muertos

Autor: Toni Hill

Páginas: 368

País: España

Editorial: deBolsillo



Argumento:

Es verano en Barcelona. El comisario Savall encomienda extraoficialmente una investigación al Inspector Salgado, de "vacaciones obligadas" por un desafortunado incidente con un sospechoso de trata de blancas. La subinspectora Andreu ocupa por un tiempo su puesto en la comisaría, mientras él se encarga con la ayuda de la agente Leire Castro de investigar lo que, en principio, ha sido considerada una caída accidental con resultado de muerte.
El verano de los juguetes muertos es la primera entrega de la trilogía del inspector Salgado junto a Los buenos suicidas (2012) y a Los amantes de Hiroshima (2013). 


En la teoría:

Tres. Como los libros hasta ahora protagonizados por Héctor Salgado. Solo tres días he tardado en leer esta curiosa novela negra ambientada en la actual Barcelona. Es obvio que estas locuras adolescente de pasarme la noche en vela leyendo página tras página con una infusión de tomillo, limón y miel no suelen ser muy habituales. Los horarios impuestos por una cultura laboral anclada en los modos y costumbres de la Edad Media me hacen poco probable emprender hazañas de este tipo, aunque esta historia de narración ágil, diálogos justos y descripción innecesaria reducida a la mínima expresión lo ha hecho posible. 

Si soy sincera, ni este es el tipo de lecturas que más me gusta ni, en este caso en particular, la habría elegido dejándome seducir solo por su título (¡horroroso!), pero lo cierto es que su contenido supera con creces esa pequeña carencia. Y no solo su contenido. Más allá del mero entretenimiento y pese a que es uno de los aspectos más criticados en la red, me resulta magistral la manera en la que Toni Hill escribe una novela coral, repleta de personajes que interactúan con el protagonista a lo largo de su trilogía, en la que sus rutinas se suceden con la naturalidad de una puesta de sol. Lees, lees y lees sin ser consciente de toda la información que estás atesorando. Si esto no es un verdadero placer, apaga y vámonos. 

No soy partidaria de invertir mi tiempo en libros que no aportan más que una particular dosis de entretenimiento. Ese leer por leer, que haría revolverse en su tumba al mismísimo Ernesto Sábato, lo reservo en exclusiva para las etapas de transición, para esos momentos en los que debo mantener ocupado mi cerebro para que deje de tratarme como a una mártir del cristianismo. En ese sentido, El verano de los juguetes muertos ha cumplido con su función. Tampoco soy amante del halago fácil, aún menos en un caso como este en el que los defensores light de la novela no tienen nada que hacer contra sus feroces detractores, pero la verdad es que empiezas a leer y, desde el primer segundo, abandonas tus obligaciones, abandonas tus necesidades, lo abandonas todo hasta el punto de caer en la cuenta de que vas en autobús a los lugares a los que antes solías ir en coche simplemente por robar unos minutos al tiempo. Y, aunque te empeñas en no perder un solo detalle de la narración para poder conocer el final antes de que lo revele el propio autor, resulta imposible mantener más allá de un par de páginas cualquiera de tus hipótesis sin que estas queden rebatidas con total razón de ser. Increíble. En El verano de los juguetes muertos cada idea está estudiada tan al milímetro que no hay ni una sola rendija por la que pueda escapar la luz. Todas las historias, principales y secundarias, fluyen con la intensidad de un descongestionante nasal en medio de un resfriado, doy fe. Y, con la misma facilidad con la que las vías respiratorias se van abriendo a su paso, la vida de cada uno de los personajes se desarrolla ante nuestros ojos sin más. Doblemente increíble. Pues sí, para qué vamos a engañarnos, nada más gráfico que un Mar Muerto de mucosidad varia abierto en dos por un Moisés de oximetazolina. ¡Qué poético!

Sin ser el libro del año, esta novela se deja leer. Y, dada que la principal finalidad de una lectura es la de ser leída, ¿para qué pedir más?


En la práctica:

Nuestras vidas son como las novelas que reposan inmóviles en el escaparate de una librería, expuestas a la crítica (constructiva y/o destructiva), sujetas a la posibilidad de caer en unas manos atraídas en exclusiva por la portada que no se molestan en escudriñar todo lo que se esconde en su interior, conscientes de los inconvenientes que supone a la larga el quedar olvidadas tras un escaparate. No sé (y me fastidia) el por qué unas historias llegan a ser auténticos best-seller, otras sobreviven gracias a la autoedición y las que más ni siquiera llegan a publicarse. Desconozco la razón por la que unas avanzan y otras parecen destinadas a permanecer en el mismo lugar (entiéndase si se desea "zona de confort"), imagino que simplemente sucede así. Como la vida misma. 

Los cambios no son mi fuerte. Los busco de continuo pero sin dejar de pensar en lo que pierdo. Doy dos pasos y retrocedo uno. Comprenderás que esta actitud es del todo contraproducente porque caminar hacia delante mirando hacia atrás conlleva, sin remedio, más de un golpe en plena cara. Como la literatura misma.

Recelo de los escritores que nos conceden cierto protagonismo a los lectores, sobre todo cuando lo hacen al final de sus historias. Su comportamiento me empuja a huir de las obras abiertas como de las malas hierbas. Ni me gustan los preceptos de Eco ni sigo las teorías de Barthes. Para mí la "muerte del autor" es solo una simple falta de talento. Las historias que se intentan eternizar por todos los medios no me atraen, ni en la ficción ni en la realidad. Todo lo que empieza acaba, aunque se tengan tantas ideas en la cabeza que sea necesaria una trilogía como la del inspector Salgado, aunque hayas vivido atado a una realidad paralela durante años. El verdadero problema es que no hay buenos finales para las malas historias, por eso se deja la responsabilidad en manos ajenas. Mal acaba lo que mal empieza, es más, hasta lo que empieza bien puede acabar mal. Es ley de una vida donde lo real y lo ficticio conviven en armonía como una pareja de recién casados, ajenos a que todo se diluye con el paso del tiempo. Si no se quiere vivir en continuo riesgo de inclusión, hay que dar por finalizadas las malas historias. La lección es bien sencilla: Cuantas más puertas de entrada tengas en tu casa, más veces oirás llamar al timbre.


jueves, 8 de enero de 2015

"Sin título", un dibujo de Paco Lorca (2014)


Ficha técnica:



Título original: "Sin título"

Técnica: Dibujo. Negro (Rotring 0'2) y rojo (Pilot 0'5) sobre blanco

Autor: Francisco Lorca

País: España

Año: 2014




Riqueza de texturas:

La proximidad siempre me ha producido vértigo. Ese vértigo del mal funambulista que camina por la cuerda floja consciente de que va a caer, en algún momento impreciso, pero sin remedio. Si cuando se es pequeño el mundo cabe en una hoja de papel, imagina por un momento cuántas páginas podrías escribir ahora guiado en exclusiva por la proximidad. A ella me rindo con esta entrada, a ella y a la creatividad de su protagonista.

El artista nace, no se hace. Hay quienes han sido bendecidos con un talento innato para que alguien se encuentre en una única línea (compuesta por palabras o por trazos) aunque en realidad no se halle en ella. Ese es el caso de Francisco Lorca, granadino de nacimiento y madrileño de adopción. Su estilo es particularmente suyo, lo que confiere un valor especial a todo lo que toca. No es necesario leer en una esquinita "F. Lorca" para saber a ciencia cierta que ese dibujo, esbozado a lápiz, es suyo y de nadie más. No, yo no soy experta en procedimientos y técnicas pictóricas, pero tampoco creo necesario serlo para tener un criterio personal que permita escribir unas líneas (desde el respeto y el cariño, ni qué decir desde la admiración). Para enfrentarse a un libro lo básico es saber leer. El conocimiento adquirido a posteriori permite valorar detalles que a simple vista pasan desapercibidos, pero saber leer es el comienzo. Con la pintura ocurre lo mismo. Lo que uno aprecie depende de los ojos con que mire, la predisposición a dejarse sorprender es fundamental, la teoría viene luego. 

Como cada final de año, Paco ha regalado a sus "amigos" de Facebook parte de su tiempo y dedicación, cosa que agradezco especialmente. Cada trazo proyectado de su mano me parece tan personal que, aunque a él le pareciera algo fuera de lugar, tuve que pedirle permiso antes de engendrar esta entrada por si no le parecía adecuada (su respuesta se hace en este momento obvia). Empequeñezco ante sus creaciones, me siento diminuta observando cada detalle al milímetro. Igual cuando él se enfrenta al papel en blanco no es consciente de la repercusión de cada una de esas líneas emborronadas a lápiz y engalanadas a base de "Rotring" y "Pilot". Igual si lo fuera no veríamos en sus dibujos ni un ápice de espontaneidad, no apreciaríamos la diferencia, no lo encontraríamos a él. Sé que la mayor muestra de reconocimiento que se puede profesar por un semejante es la admiración sincera. Y, para mí, una llamada a tiempo es un detalle admirable, una sonrisa en horas bajas es un gesto admirable, un deseo plasmado en papel en forma de felicitación es una obra admirable. No necesito mucho más.

Paco Lorca. No me cabe duda de que la ciudad le quiere (no hay más que echar un vistazo a su blog: "aqmapacolorca.blogspot.com.es"). Es como si Madrid hubiera estado esperándolo durante años, afanándose en dejar un hueco disponible para que él se acomodara en cuanto llegase. Los amaneceres le pertenecen. El sol llama cada día a su ventana pidiendo permiso para salir, como un hijo obediente que se lo ha ganado por mérito propio. Sus ojos son capaces de ver lo que nadie ve y eso, eso merece una entrada en mi blog.



Sensación visual:

Una a veces no sabe bien cómo acertar. Dedica el poco tiempo que le queda libre a escribir sobre asuntos que a nadie interesa o sobre los que ya está todo dicho. A veces lo cercano pasa desapercibido porque, a simple vista, lo primero que se ve es la cumbre de la montaña. A veces una olvida que ningún edificio, por alto que sea, llega hasta las nubes sin una base sólida. Y es precisamente ese talento agazapado en los cimientos el único capaz de brillar con luz propia: El que está en la cumbre no siempre es el mejor, solo es el que está más alto. No sé si se trata de saberse vender o de rodearse de las personas adecuadas, de lo que no me cabe la menor duda es de que quien está arriba necesita de todos los que están abajo para mantenerse en su lugar. 
Una a veces no entiende por qué la mayoría de la gente admira a esos ídolos de papel que ganan más adeptos con palabrería barata que con talento. Seguro que les resulta más cómodo dejarse arrastrar por la corriente que nadar en su contra, pero sigo sin entenderlo. Porque a veces todo es tan fácil como echar la vista a un lado y valorar con sincera devoción el trabajo de quien, sin estar en la cumbre, roza cada mañana el cielo con los dedos.