jueves, 5 de febrero de 2015

"Espaço Edla", hotel-galería de arte, Sintra (Portugal)


Ficha Técnica:

Espaço Edla

Dirección: Rua Doutor Alfredo da Costa, n. 52, 2710-523 Sintra

Gerencia: José Figueiredo

E-mail: espacoedla@gmail.com 

Teléfono: +351 925 970 131 

Sitio web: www.espacoedla.pt

Inauguración: 2011





“El nombre, Espaço Edla, es una clara referencia a Elise Hensler, condesa de Edla, mujer culta, inteligente y sensible casada con el rey Fernando II de Portugal en el siglo XIX. [...] Es por ello que este "espacio", nacido de la unión de ideas e ideales, combina en perfecta armonía restauración, turismo y cultura”


Riqueza de texturas:

Hay lugares que me repelen como el aceite al agua dentro de un mismo vaso de cristal. Ciudades que no me apetece volver a visitar, calles por las que me niego a transitar aunque ello suponga dar un rodeo tan kilométrico como innecesario, rincones que han perdido su magia por la desidia de algún mal mago. Hay infiernos a mi paso que me evocan circunstancias que me empeño en olvidar, infiernos en los que malviven despiadados demonios en forma de malos recuerdos que me atacan sin compasión durante días hasta dejarme el cerebro hecho jirones. Pero, ¿sabes qué?, a nada de eso concedo más importancia de la que merece porque también hay lugares que me atraen como las distintas polaridades de los imanes, pequeños paraísos a los que una recurre para encontrarse cuando se siente perdida. Sin rodeos inútiles, sin desniveles ni cambios de rasantes, sin piedras en el camino con las que tropezar una y otra vez. 

Conocí Espaço Edla, un oasis en medio del desierto, por pura casualidad. Una cosa llevó a otra, esa a otra de más allá. Idas y venidas para cuadrar espacios y tiempos. Un enredo casi tan monumental como los que suelen adornar mi pelo por las mañanas (adjunto documento). Y, de buenas a primeras, me vi pasando un par de maravillosos días en Sintra, la más espectacular de todas las villas portuguesas habidas y por haber. Está bien, sí, lo admito, este es un caso obvio de subjetivismo descarado, pero no creo que nadie en su sano juicio que haya paseado por sus empedradas (y empinadas) calles se atreva a contradecir mis palabras. Es innegable que Sintra posee un encanto especial, un regusto alquímico de pozos iniciáticos y "rosacruces", un "quierovolver" mochilero, una Fabrica das Verdadeiras Queijadas da Sapa con sabor familiar. La última vez que mi marido y yo visitamos la villa, la primera para Guillermo, fue en agosto de 2013. Doy fe absoluta y completamente atea de que no pudimos alojarnos en mejor lugar. 

Espaço Edla es un todo reducido al mínimo. Un hotelito de solo dos habitaciones (una verde y una azul) que rezuma buen gusto desde sus cimientos. Una "trampantoja" galería de las más variopintas disciplinas artísticas que recibe con los brazos abiertos y olor a chocolate a propios y a ajenos. Un original salón de té que ofrece lo mejor de la gastronomía de la zona. Un completo rincón gourmet donde pasar las horas muertas (¡y las vivas!). No, no exagero, todo eso es Espaço Edla y aún más. 
Cualquiera puede leer en "Google" que se trata de un lugar moderno y luminoso a dos pasos de la estación de tren y a menos de un kilómetro del centro histórico. Que las habitaciones tienen aire acondicionado, TV por cable, conexión WI-FI gratuita, suelo de madera y baño privado exterior con ducha. Cualquiera puede leerlo, haz la prueba si no me crees. Sin embargo, nada en el todopoderoso navegador refiere a la delicadeza con la que los propietarios acogen a sus clientes, ni a los cuidados detalles con los que los agasajan. No se menciona la limpieza extrema de cada una de sus instalaciones, ni la paz que transmiten sus estancias. Lo barato de su precio (con un exquisito desayuno incluido), lo accesible al viajante, lo privado y discreto (posee una entrada directa a las habitaciones sin necesidad de pasar por recepción). Después de esta parrafada coincidirás conmigo en que, cuanto menos, Espaço Edla es un incomparable alojamiento para una ciudad incomparable.


Sensación visual:

Dicen que los malos recuerdos, como las malas hierbas, siempre vuelven.

De nada sirve que, en un ataque de ira, los guardes todos bajo tierra. De nada sirve que escarbes sin parar con las manos y que las uñas se te incrusten de mugre. De nada que los empujes todos al interior de un agujero. Porque nunca te parecerá lo suficientemente profundo. Porque por hondo que se siembren las semillas, la lluvia y el sol las hará florecer.

Podríamos ensayar el mismo día durante el resto de nuestras vidas y nunca lograríamos que fuera perfecto.

Por eso nunca intento eliminar un recuerdo, por dañino que me resulte, por pernicioso que me parezca, porque esa cansina labor de reseteo mental no hace sino perpetuarlo aún más. Yo me limito a sobrescribirlo, una y mil veces si fuera preciso, con otro de esos que hacen sonreír sin necesidad de mediar palabra porque no hay mal que cien años dure. 

Dicen que los malos recuerdos, como las malas hierbas, siempre vuelven... salvo cuando se usa un buen herbicida. Tenlo presente.