Ficha Técnica:
Título original: Benny and Penny in Just Pretend
Autor: Geoffrey Hayes
Género: Cómic
Páginas: 36 (con ilustraciones a todo color)
País: EE.UU.
Argumento:
Benny, un
ratoncito con mucha imaginación, juega al despiste con Penny, su hermana
pequeña, empeñada en compartir juntos los ratos de esparcimiento que dejan las
tareas diarias.
En la teoría:
Es cierto que
hay ocasiones que se pintan solas. Ocasiones que vienen dadas y que se
presentan con la naturalidad de un repartidor de publicidad a primeros de mes.
Pero también las hay que se dejan escapar adrede, con cierta desidia me
atrevería a decir, como si el camino estuviera repleto de gominolas de fresa en
lugar de piedras. Reconozco que estos días habrían sido ideales para
escribir una entrada sobre Kafka ya que el pasado tres de julio se cumplían 132
años de su nacimiento. O tal vez para hacer una "pequeña" reseña
sobre la genial The Imitation Game (película británica de 2014) ahora que está
tan de moda maquillar los perfiles de Facebook con los colores de una bandera
multicolor que, aunque representa solo a una parte de la población, es capaz de
mover más conciencias que nuestra harto renegada bandera patria. Jamás las
prácticas sexuales de los demás me han supuesto ningún tipo de condicionante a
la hora de establecer relaciones, tal vez por eso a mí la condición sexual de
cada uno no me parece un motivo de orgullo. En fin, soy humana, puedo estar
equivocada... o no. Y la verdad es que da igual que te preguntes por qué o
por qué no, da igual si a través del cristal veo desdibujarse cada vez más tu
silueta, todo da igual porque el hilo que nos une es tan irreal que estoy
segura de que forma parte del que se utilizó para tejer el traje nuevo de aquel
emperador de cuento.
Admito que la
tarea de recomendar un libro no es fácil. La lectura está siempre llena de condicionantes
que hacen inclinar la balanza a un lado o a otro dependiendo de cómo sople el
viento, al estilo de un barco a la deriva en busca de puerto. No hace mucho,
tras leer en tiempo récord la "trilogía de los escribas" de
Glenn Cooper (La biblioteca de los muertos, El libro de las almas y El fin de los escribas), me lié en una conversación pseudo-literaria
con el marido de una amiga gran aficionado también a la lectura que andaba inmerso
en una historia apocalíptica sobre los efectos de una posible invasión zombi (Guerra Mundial Z de Max Brooks, sí, el hijo de Mel), muy propia de él (aquí en
confianza). Bueno, al final nos intercambiamos los libros: tres para él y uno
enooooorme para mí. Como era natural, no hubo feeling por
ninguna de las partes. Se ve que los pesos de nuestras balanzas no estan
equilibrados de la misma manera.
Entrando en
materia, confieso que me resulta extraño verme aquí sentada intentando soltar
una parrafada sobre un cómic infantil recomendado
para lectores de cuatro años. No es que el argumento sea complicado de resumir,
simplemente su sencillez de miras lo convierte en algo difícil de describir. Quizás
sea porque, en esta ocasión, el protagonismo pertenezca en exclusiva a quienes
se ríen sin un motivo aparente, quienes absorben la realidad que les rodea con
la naturalidad sonora con la que algunos toman sopa. Además, el comic de Benny
y Penny, una historia llena de onomatopeyas y frases
exclamativas, adquiere en
manos de mi hijo su máxima valía porque, ahí donde lo ves con solo cuatro años
y medio, es el primer libro que él ha leído solito. A mí los libros de
actividades no me convencen del todo. Sé exactamente cuáles son sus necesidades
de aprendizaje y tendría que hacerme con una infinidad de cuadernillos que se
andan por las ramas para saciarlas. Por eso prefiero ir recopilando poco a poco
aquello que considero que le puede resultar útil, por eso compré este libro para
que lo leyera durante el verano y, en ese sentido, la historia de Benny y Penny ha sido todo un acierto.
Este cómic del
norteamericano Geoffrey Hayes contiene unas ilustraciones excepcionales a todo
color que sin duda agradan a
grandes y pequeños. La letra de los "bocadillos" posee el tamaño
adecuado para los primeros lectores y las frases, simples y cortas, no suponen
mayor dificultad para quienes comienzan a hacer sus primeros pinitos. Seamos
realistas, con cuatro años no se puede leer un texto narrativo por breve que
este sea, no si no va acompañado de unos dibujos que llamen poderosamente la
atención, por eso el formato cómic es, a mi modesto entender, el acercamiento
perfecto a la lectura para esta edad. De pequeño tamaño para que sus pequeñas
manos puedan manejarlo con facilidad, el libro ofrece en poco más de treinta
páginas una historia entrañable sobre el poder de la imaginación y los juegos
colectivos. Valores positivos, comportamientos adecuados, el aprendizaje ejemplar básico para cualquier niño de cuatro años.
En rasgos
generales, para que te puedas hacer una idea, el autor recurre al leitmotiv de las aventuras de los
conejitos "Max y
Ruby" (basadas en los
libros infantiles de Rosemary
Wells), que pueden verse a diario en el canal(una marca dedestinada al público preescolar). Parece que el secreto
reside en hacer lo mismo pero de distinta manera. Max y Ruby, Peppa y George,
Tommy y Tallulah. Hansel y Gretel, Diego y Daniela, Benny y Penny. Aunque la
imaginación de los adultos es bastante limitada (como puede apreciarse), la de
los niños aún no conoce fronteras, quizás por eso a mi hijo las aventuras de
estos ratoncillos le resultan de lo más originales. Visto de esta manera, no
seré yo quien le lleve la contraria.
En la práctica:
Mi hijo, metro veinte de pura inspiración, un
impulso vital con una sonrisa arrolladora que consigue que me olvide hasta de
mí, anda entretenido con eso que llamamos "hacerse mayor". No pierde
detalle de cuanto acontece a su alrededor y derrocha inquietud por saber, una
de las mejores cosas que le podría pasar a su edad. A él leer le gusta, mucho
además, y no le parece una pérdida de tiempo aprender porque le proporciona la
autonomía e independencia que necesita para sí. Hace un par de semanas se
me acercó indignado para recordarme que él me había pedido batido de
CHOCOLATE y acababa de ver en el frigorífico que yo se lo había comprado de
CACAO. Está claro que la lectura sin control es como la potencia, un arma de
doble filo.
Cuando fui a recoger las notas este último
trimestre, la señorita de mi hijo me comentó que, además de alcanzar los
objetivos del curso, Guillermo andaba ya inmerso en algunos del curso
siguiente. "¿Cómo es que sabe leer?", me preguntó de pasada,
intentando que no se notara demasiado que no era a ella a quien correspondía el
mérito. "¿Cómo es que sabe leer?", repetí yo mientras me daba unos
segundos para pensar una respuesta que no me comprometiera demasiado. "No
sé, imagino que sabe leer porque empleamos con él el método más efectivo inventado
hasta el momento: El ejemplo". Ella sonrió y cambió de tema. No había
mucho más que decir.
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