Ficha Técnica:
Librería Anticuario Raimundo
Dirección: Plaza de San Francisco 4D, 11004 Cádiz
E-mail: info@libreriaraimundo.com
Teléfono: 956 220 115
Móvil: 629 664 636
Riqueza de texturas:
En Cádiz nos conocemos todos... o casi. Pese a ser capital de provincia y ciudad trimilenaria, su situación geográfica, delimitada por el Atlántico por todas partes salvo una, la asemeja a un cartuchito de cazón en adobo donde todos vivimos alegremente apelotonados. Viven alegremente apelotonados (parece que el subconsciente me haya jugado una mala pasada).
En Cádiz nos conocemos todos... o casi. Pese a ser capital de provincia y ciudad trimilenaria, su situación geográfica, delimitada por el Atlántico por todas partes salvo una, la asemeja a un cartuchito de cazón en adobo donde todos vivimos alegremente apelotonados. Viven alegremente apelotonados (parece que el subconsciente me haya jugado una mala pasada).
Corría el año
1987 cuando Raimundo Gramontell Bermúdez fundó la conocida "Librería de Ocasión
Raimundo". El pequeño local, situado en la Plaza de San
Francisco, hace esquina con la calle Rafael de la Viesca, escritor gaditano
diputado a las Cortes en varias legislaturas. Centenares de veces me quedé
embobada de pequeña observando su escaparate, repleto de postales antiguas y de
láminas de cromos de temática varia. Recuerdo haber entrado en la tienda de la
mano de mi padre alguna que otra
vez para comprar una de esas antiguas láminas por unas cuantas pesetas. De aquella época guardo aún una caja llena de cromos. Mi
colección debe de superar el millar e incluye alguna que otra pieza rara de los
años cincuenta. Es algo que llevo atesorando desde hace más de treinta años
para mi descendencia pero, dado el mínimo interés que mostró mi hijo cuando se
la enseñé, creo que al menos pasarán otros treinta antes de deshacerme de ella. Aunque nunca se sabe.
A mediados de
los noventa, cuando ya estaba en la universidad, el librero tuvo la oportunidad de hacerse con un nuevo local a
escasos metros del anterior. La tiendecilla de la esquina se le había quedado
pequeña y "El mercadillo
de Raimundo" le permitía
mantener el mismo encanto pero en el tripe de espacio. Las copias litográficas
sustituían en su escaparate a los cromos y los libros se apilaban en altísimas montañas. A veces se arremolinaban tantos ejemplares en el suelo que parecían
querer engullir a los curiosos en un mar de letras. Recuerdo
dos anécdotas de aquellos años. Verás, una tarde de ocio universitario entré sin buscar nada en
particular. Me di una vuelta sin prestar especial atención a ningún tomo hasta
que mis ojos se posaron en una edición íntegra e ilustrada de El Decamerón de Boccaccio. Ojeando un poco más
el volumen, resultó ser una copia de la primera traducción castellana editada
en Sevilla en 1496 a la que acompañaba un centenar de miniaturas flamencas del
siglo XV. Una joya a precio de saldo. Cuando fui a pagar, quinientas de las
antiguas pesetas, Raimundo, que no destaca por ser el librero más sociable del
mundo, sacó de un armario un programa cultural y una revista dedicada a Adolfo Vila Valencia, un
escritor gaditano de principios del XX especializado en asuntos de la capital,
y me los regaló. Solo alguien de Cádiz amante de las letras será capaz de
reconocer la valía de ese detalle. ¡Qué tiempos! Unos años más tarde,
debía de estar yo en tercero o cuarto de carrera, pasé unos meses preparando una
nota bibliográfica extensa sobre el escritor romántico Antonio García Gutiérrez. Se
daba la circunstancia de que, además de ser de la provincia (nació en Chiclana
de la Frontera), el estreno de su drama El trovador (que Verdi convirtió en la ópera Il trovadore) fue el más
aplaudido y aclamado de toda la historia del teatro español según documentan
las crónicas, al punto de que el propio autor se vio obligado a salir y saludar
al público en medio del escenario, práctica nada habitual en la época. En "El mercadillo de Raimundo",
por doscientas pesetas, encontré un ejemplar que mi profesor de literatura de
ese curso me quiso comprar por diez veces su precio. Pese a las necesidades
económicas propias de una estudiante, no acepté. Ese libro, que aún conservo,
es una edición crítica de L. A. Blecua con prólogo y notas de Joaquín Casalduero, dirigidos
ambos por Francisco Rico en 1972. Quizás a ti toda
esta palabrería no te diga nada, pero te aseguro que se trata de un lujo
filológico.
Hace poco se
inauguró una tercera librería, esta vez en la calle San José, perpendicular a
la calle Ancha: "Libros
viejos y de ocasión Raimundo". Este enorme local, lleno de colecciones
de libros raros, sirve también de punto de recogida para las compras online. Aunque las circunstancias imponen
cambios, las librerías de Raimundo conservan el encanto original de una pequeña
tienda cuyo umbral transportaba a otros espacios y tiempos. El olor a
papel usado, la visión imaginaria de un "pececillo de plata"
acampando a sus anchas entre miles de páginas engomadas, el silencio de tantas
palabras amontonadas. Sin duda alguna, tres rincones singulares de la capital
gaditana dignos de tener en especial consideración.
Sensación visual:
Todos nos
adaptamos al cambio cuando no queda otra. Todos nos amoldamos a la vida tal y como nos cae encima por molesto que nos resulte su peso. Pero no todos somos conscientes de que, aunque el cuello del embudo sea
mucho más estrecho que su boca, en ambos extremos hay un agujero. No lo olvides, por favor, de todo se sale, solo es cuestión de tiempo.
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