Título original: The Healer
Director: Paco Arango
Género: Comedia
Duración: 113 minutos
País: España
Estreno: 1 7/02/2017 en España
Sinopsis:
Alec Bailey, un joven ingeniero inglés huérfano de padre y
madre, malvive con lo que gana en su tienda de arreglos "The Healer"
("El curandero"), un proyecto que nunca pudo llevar a cabo con el
artífice de la idea, su hermano gemelo Charlie, fallecido un par de años atrás.
Sus numerosas deudas de juego lo han sumido en una catastrófica situación de la
que solo podrá salir con la ayuda de Raymon, un hermano de su madre del que
nunca había oído hablar, quien le impone como única condición para saldar sus
deudas pasar un año completo en Lunenburg, una pequeña población de Nueva
Escocia (Canadá), lugar de donde proceden todos sus ancestros.
Primer plano:
Facebook me aburre. El desconocimiento del potencial real de las redes sociales ha convertido la de Zuckerberg en un virtual patio de vecinos en el que, mientras unos airean sin pudor alguno sus miserias, otros vocean con insistencia en busca de aprobación. El día que mi madre se abrió una cuenta y me solicitó amistad supe que ese espacio ya no era para mí. ¡Mi propia madre, a hurtadillas, qué horror! Bueno, en realidad no todo me disgusta, de hecho gracias a FB tuve conocimiento hace unos meses de la existencia de The Healer, una película especial no por sus artificios técnicos, ni
por su argumento, ni siquiera por sus conocidos protagonistas o por la maravillosa
fotografía. La singularidad de esta película recae en el hecho de que el 100% de los beneficios que
se obtengan de la recaudación en taquilla irá destinado a la realización de un
proyecto común entre la "Fundación Aladina", presidida por el
polifacético Paco Arango y encargada
de prestar apoyo a niños enfermos de cáncer, y "SeriousFun
Children's Network", fundada
por el actor Paul
Newman en 1988 para el
disfrute de pequeños con enfermedades graves. Con independencia de la
credibilidad de la historia, de los medios empleados para llevarla a cabo, del
resultado final y/o de la calidad real del producto, la noble causa a la que se
dedicarán los beneficios es motivo más que suficiente para ir a verla.
Obviamente ni soy crítica de cine ni mucho menos lo pretendo. En la acogedora comodidad del lugar desde el que escribo en este momento, me defino como una simple aficionada al séptimo arte a la que no le gusta invertir dinero en producciones que no merezcan la pena por algo, sin importarme demasiado a qué se refiera esa indeterminada locución. Rara vez mi opinión coincide con la de los profesionales, posiblemente porque yo, como tú, debo pagar mi entrada. Mi alcance es ínfimo comparado con el de cualquiera de ellos, por eso no entiendo la actitud de cierto sector de la crítica especializada empeñado en tildar de "fiasco cinematográfico" el primer proyecto de este tipo 100% benéfico de nuestro país. No sé exactamente qué parte de que esta película es solidaria no han entendido, pero me queda claro que con sus ácidas (por no decir crueles) opiniones al respecto no hacen un bien a nadie (ni siquiera a ellos mismo). Digo yo que, por una vez, podrían haber dejado de lado su profesionalismo petulante, podrían haber obviado lo que para todos es obvio (que esta película no es la sobrecogedora La passion de Jeanne d'Arc de Carl Theodore Dreyer, obra maestra del cine mudo francés que me fascina y de la que puedes abrir boca aquí) y, por qué no, haber pedido encarecidamente al público que asista a las salas, que las inunden el día del espectador y, por el bien de la finalidad del proyecto, que conviertan a Lo que de verdad importa en la película más taquillera del año.
Obviamente ni soy crítica de cine ni mucho menos lo pretendo. En la acogedora comodidad del lugar desde el que escribo en este momento, me defino como una simple aficionada al séptimo arte a la que no le gusta invertir dinero en producciones que no merezcan la pena por algo, sin importarme demasiado a qué se refiera esa indeterminada locución. Rara vez mi opinión coincide con la de los profesionales, posiblemente porque yo, como tú, debo pagar mi entrada. Mi alcance es ínfimo comparado con el de cualquiera de ellos, por eso no entiendo la actitud de cierto sector de la crítica especializada empeñado en tildar de "fiasco cinematográfico" el primer proyecto de este tipo 100% benéfico de nuestro país. No sé exactamente qué parte de que esta película es solidaria no han entendido, pero me queda claro que con sus ácidas (por no decir crueles) opiniones al respecto no hacen un bien a nadie (ni siquiera a ellos mismo). Digo yo que, por una vez, podrían haber dejado de lado su profesionalismo petulante, podrían haber obviado lo que para todos es obvio (que esta película no es la sobrecogedora La passion de Jeanne d'Arc de Carl Theodore Dreyer, obra maestra del cine mudo francés que me fascina y de la que puedes abrir boca aquí) y, por qué no, haber pedido encarecidamente al público que asista a las salas, que las inunden el día del espectador y, por el bien de la finalidad del proyecto, que conviertan a Lo que de verdad importa en la película más taquillera del año.
No estoy segura de
que esos que se hacen llamar "críticos de cine" puedan comprender
que, gracias a sus comentarios, gente que confía en su criterio no irá
a ver esta cinta. Tampoco creo que sean conscientes de que no van
a cobrar menos por limitarse a escribir "bueno, no es la película del año
pero los beneficios irán íntegros destinados a una buena causa y solo por eso,
señores espectadores, deberían ir a verla". Sí, de acuerdo, son
profesionales del medio pero, ante y por encima de todo, son
personas. ¡Qué país este en el que Torrente 2: Misión en
Marbella recaudó en 2001 más de veintidós millones de
euros! ¡Veintidós millones! ¿Acaso no llegan a imaginar lo que esa recaudación
supondría para la mejora de la calidad de vida de los niños enfermos de cáncer
en nuestro país? No, no creo, porque si lo hicieran, tan solo por un momento, no
desalentarían con sus pérfidas parrafadas a que los espectadores acudamos en
masa a las salas de cine. Lamentable.
Yo, al igual que ellos, la he visto y, aunque me ha parecido muchas cosas, una de ellas no ha sido moralista, mucho menos sensacionalista. No pretende adoctrinar sobre ningún credo. No busca tocar la fibra sensible con personajes moribundos, ni sensibilizar en extremo sobre una causa perdida como es aún en nuestros días el cáncer infantil. No salen niños enfermos que han perdido la totalidad del cabello, ni situaciones que induzcan al espectador a la lágrima fácil. A grandes rasgos, Lo que de verdad importa podría pasar perfectamente por una de esas películas que pone Antena3 un domingo por la tarde si no fuera porque en su BSO se incluye "Faith" de George Michael y la versión de Israel Kamakawiwo'ole de "Over the rainbow". Seamos honestos, el propósito fundamental de una comedia es entretener y esta historia entretiene. Sí, el argumento es simplón, está todo muy cogido con pinzas un día de viento de levante, pero te hace reír con situaciones cotidianas. Si cumple con su cometido y además es solidaria, ¿para qué pedir más?
Plano subjetivo:
Mis padres se cuidaron muy bien de enseñarme a
desear siempre los buenos días y a dar las gracias. Al hacerme mayor aprendí
además que, cuando sonríes, la gente te devuelve la sonrisa, quizás no a la
primera, tal vez no a la segunda, pero tarde o temprano creas una complicidad
tácita bastante contagiosa. Da igual cómo te lo plantees, ser agradable es muy
fácil... si se quiere, claro. El problema está en que hay quienes se
esfuerzan por resultar tan desagradables como el ruido que hace José Coronado al
comer chocolate en el anuncio que protagoniza (¡dios, no puedo con él!). No
es fácil convivir con quienes por sistema se esfuerzan por levantar muros que
dificultan la marcha, nada fácil. Por eso la gente desagradable resulta tan
peligrosa como un conjunto rocoso cerca de la orilla en una playa familiar.
Aunque la marea lo tape, aunque la espuma salina lo enmascare, siempre seguirá
en el mismo lugar, acechante, dispuesto a hacer daño.
El 90% de la gente que conozco vive como si fuera
inmortal. Son personas que afrontan el día a día como si fueran inmunes a las
más variopintas enfermedades y creen que los reveses de la vida no van con
ellos. Personalmente nunca he entendido bien esta filosofía vital tan humana
como desacertada. Si la distancia
más corta entre dos puntos es la línea recta, las personas desagradables, las
distantes y las que se creen eternas siempre eligen el camino más largo. No me preguntes por qué.
Vida hay una. Esto no es una
partida que puedas sobrescribir si no termina como esperabas. Un minuto mal
empleado, es un minuto que pierdes. Igual todo se reduzca a una simple cuestión
de tiempo. No sé, quizás unos encuentren el sentido con suficiente antelación
mientras para otros sea ya demasiado tarde. En cualquier caso, siempre es una suerte contar con
alguien que encuentra el valor suficiente para agradecerte que un buen día te
cruzaras en su camino, tú, tan mortal y mundano. Alguien que no necesita de
palabras rebuscadas para hacerte sentir único por un rato. Alguien que ha asumido que lo que no se dice se enquista y termina haciendo daño. Alguien que al
respirar al otro lado del teléfono te hace comprender que lo bueno de los días grises es
que combinan con todos los colores. Alguien a quien más que nunca quisieras
decirle que es la primera vez en mucho, en muchísimo tiempo que disfrutas de su presencia. A quien deseas confesarle que nunca callas por orgullo
sino por miedo, por un miedo irracional a la cercanía entre ambos. Una cercanía
que provoca un vértigo horrible, el vértigo que debe de sentir un funámbulo,
pero uno malo, uno de esos que caminan temblorosos por la cuerda floja seguros
de que, tarde o temprano, caerán al suelo desde una altura considerable. Uno de
esos funámbulos que no quieren prescindir del riesgo, o quizás no puedan, o no
les apetezca. Uno de esos que no llegan a viejos. Siempre es una suerte contar con alguien con quien compartes
la idea de que, esos mismos académicos que han incluido en el Diccionario
de la RAE el sustantivo "almóndiga", deberían inventar un término que
incluyera todo lo que nos gustaría decir en los momentos en los que nos quedamos cortos de palabras.
Ser agradable es fácil, créeme. Así que, si
tienes la fortuna de disfrutar de la presencia de alguien que te haga
sentir bien, procura devolverle en la medida que te de. No esperes a mañana,
hazme caso. No esperes porque hay algo mucho peor que el hecho de que no seas
inmortal y es el que esa persona que llena tus vacíos, que te admira en la distancia, que te escucha sin juzgarte, te
comprende con solo mirarte y te sonríe en silencio, esa persona en la que ahora piensas tampoco lo es.
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