Ficha Técnica:
Título original: Disconnect
Sinopsis:
Historia coral sobre un grupo de personas, relacionadas entre sí
de manera circunstancial, que intentan llenar con las múltiples posibilidades
que ofrecen las nuevas tecnologías el vacío comunicativo que sufren en su día a
día, personas perdidas en una red virtual capaz
de desestabilizar sus propios cimientos vitales.
Primer plano:
Me fascinan los puntos
suspensivos... Adoro como hacen tipográficamente corpóreos los silencios. Los
voluntarios, los involuntarios. Los deseados, los temidos. Los forzados y hasta los obligatorios.
Silencio, eso es lo que llevo necesitando el rato que hace que la voz
estridente de Mickey Mouse suena en la televisión del salón (donde, por cierto,
en vacaciones acampa mi hijo a sus anchas). ¡Dichoso ratón! Bien podría
convertirse en unos puntos suspensivos de redondeadas orejas que inunden mi
pequeño estudio con el mayor de los silencios. Está claro que debo aparcarme
por un rato. Touchée! Vencida por un ratón con pantalones de voz estridente de casi noventa años.
En este momento el visionado días atrás de Desconexión me parece providencial. Reconozco que entonces tardé un rato en decidir si invertir mi tiempo en él o no; de todas las
maneras que podría haber elegido el director para comenzar la película, en mi
opinión, se decantó por la peor, la más circunstancial, la más inconexa de todas. Y es que utilizar un caso de pornografía online en el que, para mas inri, se ve involucrada una
red de extorsión de menores provoca una
visión distorsionada de la dramática extensión social del resto de las historias. Una lástima. Claro
que en seguida inunda la pantalla la cautivadora sonrisa de Jason "Hogan" Bateman, tristemente encasillado en
roles caricaturescos de las típicas americanadas, y esta que escribe se acomoda en su rinconcito del sofá
y se olvida hasta de su nombre (suspiro).
La intención de Rubin, el director, es tan buena que se hace merecedora de cada una de las
críticas positivas que recibió en su día (que no fueron pocas). La manera de desarrollarla es más que
notable. Pero, con absoluta sinceridad, yo habría prescindido del 90% del
reparto. Sí, de nueve de cada diez actores por exagerado que parezca, porque ninguno de ellos llega a
conmover hasta anudar la garganta, ninguno salvo ese significativo 10% que encabeza Jonah Bobo (el hermano pequeño de Josh Hutcherson en la mítica Zathura: una aventura espacial), el único de todos ellos que
aprueba con matrícula. Y no digo con esto que el resto merezca ir a la hoguera,
de hecho quien más y quien menos tiene ganado un siete sobre diez, pero
carecen de una evidente química conjunta. La insulsa Paula
Patton y el igualmente insulso Alexander Skarsgård (sí, he copiado el apellido directamente de "Google") conforman una de las parejas menos creíbles de la historia del
séptimo arte (junto a Keira Knightley y Orlando Bloom en la repetitiva serie Piratas del Caribe, y a Natalie Portman y Hayden Christensen en la segunda trilogía de La Guerra de las Galaxias). Frank Grillo es un padre como el agua: insípido,
incoloro e inodoro. De Marc Jacobs me
limito a decir que hace bien dedicándose al diseño de bolsos. Y así, todos,
cogidos con pinzas, tan políticamente correctos
respecto al guion que distan de ese toque bienintencionado de realismo social
que cualquier espectador agradecería al ver esta película.
En todo caso, la profundidad que requiere este tipo de personajes no debe de ser fácilmente comprimible en apenas dos horas, ni para quien dirige ni para quienes interpretan. Una ambiciosa periodista que desea destapar un caso de grooming (un adulto que abusa de la confianza de menores con fines sexuales) gracias a la relación de dudosa legalidad que llega a establecer con un chico que vende su cuerpo en una web de pago. Un matrimonio distanciado por una tragedia familiar que sufre un caso de phishing (robo de datos) que pone en jaque sus ahorros, mientras ella busca en un foro de apoyo la comprensión que no recibe de su marido, adicto a los casinos online. Un padre de familia, esclavo del móvil, que carece de tiempo para establecer relaciones afectivas con su mujer y con sus hijos, un adolescente inmerso en una espiral de autodestrucción propiciada por el ciberbullying al que le someten dos compañeros de clase y una preuniversitaria adicta a las redes sociales con una existencia superficial. Un expolicía viudo especialista en detectar ciberdelitos que debe enfrentarse a una circunstancia deleznable: su único hijo es un ciberacosador.
En todo caso, la profundidad que requiere este tipo de personajes no debe de ser fácilmente comprimible en apenas dos horas, ni para quien dirige ni para quienes interpretan. Una ambiciosa periodista que desea destapar un caso de grooming (un adulto que abusa de la confianza de menores con fines sexuales) gracias a la relación de dudosa legalidad que llega a establecer con un chico que vende su cuerpo en una web de pago. Un matrimonio distanciado por una tragedia familiar que sufre un caso de phishing (robo de datos) que pone en jaque sus ahorros, mientras ella busca en un foro de apoyo la comprensión que no recibe de su marido, adicto a los casinos online. Un padre de familia, esclavo del móvil, que carece de tiempo para establecer relaciones afectivas con su mujer y con sus hijos, un adolescente inmerso en una espiral de autodestrucción propiciada por el ciberbullying al que le someten dos compañeros de clase y una preuniversitaria adicta a las redes sociales con una existencia superficial. Un expolicía viudo especialista en detectar ciberdelitos que debe enfrentarse a una circunstancia deleznable: su único hijo es un ciberacosador.
En sí Disconnect es un espejo en el que mirarnos, aunque solo sea de pasada, aunque nos plantemos ante él con los ojos cerrados.
En nuestros días, la distancia nos suele asustar tanto como la cercanía aunque,
claro está, por motivos diferentes. Parece obligado que nos alejemos cada
vez más de los que realmente tenemos cerca para, sin remedio, acercarnos
virtualmente a los que están lejos. Es en esa polaridad tan física como química donde suelen residir algunos de nuestros miedos porque, por lo general, nos hace ser conscientes de que utilizamos como mecanismo
de defensa la negación de lo evidente. Nos aferramos con uñas y dientes
a una realidad alternativa en la que todo parece marchar a nuestro antojo, una
irrealidad distante sin compromiso de permanencia que nos permite ser quienes
dejamos de ser un día o, tal vez, quienes habríamos querido ser. Admitámoslo ambos, esto es lo que nos
toca en el siglo de las redes sociales malentendidas. Esto es precisamente lo que se cuenta en Desconexión. ¿Sabes?, si la vergüenza
dirige la conducta humana, en esos momentos la perdemos por completo y la
imagen que de nosotros mismos tenemos (y/o queremos) se desdibuja con una facilidad asombrosa
al proyectarse de forma convergente en el otro. En estos casos, aunque cada
cual cuente con su propia verdad, esta es una única y, por suerte o por
desgracia, se encuentra a la vista de todos. Así es el drama social de este
metraje, cercano al tiempo que distante, real y virtual a partes iguales,
cordial y hosco, emotivo y frío, humano y... artificial como nuestro perfil en las redes sociales.
Coincidirás conmigo en que un cuchillo, por sí solo, es un objeto tan inofensivo como lo puede ser un lápiz. Sin embargo, al igual que él, es el uso que cada cual le da lo que en realidad lo convierte en un artículo cotidiano o en un arma letal. Con Internet ocurre lo mismo. No hay nada pernicioso en ello, nada a menos que intencionalmente se quiera así. Phishing y pharming. Grooming y sexting. Cyberbullying y cyberstalking. Spam y scam. A diario convivimos con situaciones virtuales que ni siquiera imaginamos que existen, situaciones que ponen en peligro la integridad de nuestro entorno al completo. Lo que nos afecta les afecta, para bien o para mal. Desconexión nos acerca la cotidianidad de un grupo de personas similares a cualquiera de nosotros que han perdido la capacidad de mirarse a los ojos y hablar, hablar a corazón abierto, sin tapujos, sin rencores, sin reparos. Personas que ven en las nuevas tecnologías una vía de escape a una realidad que les asfixia a diario. A diario...
Plano subjetivo:
Hace años que los cuentos no
empiezan por "érase una vez". Ni narran historias de princesas
desvalidas que caen sumisas en los brazos de caballeros de valentía sin tacha.
Hace años que en el cine los malos ya no son tan malos y los buenos... los buenos
se prodigan poco por esos parajes tan alejados de la mano de cualquier dios.
Hace años que la vida no tiene asegurado un final feliz y los protagonistas, si
tienen la suerte de comer a diario, desde luego que no siempre son perdices.
Internet existe y es la bruja mala del este o la buena del norte según sople el
viento. La Red nos atrapa como a un banco de peces, con independencia de
nuestro mayor o menor tamaño. Podemos resistirnos, podemos creer que no
terminaremos en la parrilla, que saldremos indemnes de nuestra incursión, pero
lo cierto es que solo el que se mantiene pegado al fondo, alejado del resto,
está en principio a salvo. Eso es Desconexión, por eso me
permití invertir dos horas en ella, por eso te la recomiendo a ti. Ten en
cuenta que, si todo el que ve una hoja de papel se limitara a recrearse en su
simpleza blanquecina en lugar de explorar sus infinitas posibilidades, toda la
magia que hoy nos rodea se reduciría a unos bisontes esbozados en rojo en la
pared de cualquier cueva. En parte, de ti depende. Desconéctate...