El tiempo pasa, inevitable y afortunadamente, para todos.
¿Sabes?, allá por 2006 yo era una de las usuarias sectarias de Windows
Live Spaces. Cuando todos me decían que tener un blog era una auténtica pérdida
de tiempo, esta que escribe mimaba cada entrada y se afanaba en aprender el uso
de vocablos de más allá de la Tierra Media (gadgets, widgets,
media playlists, ¡uf!). Así nació convistasalexterior.spaces.msn.com. A los tres
años Microsoft
anunciaba con la boca pequeña la clausura de esta plataforma y la posibilidad de migrar el
contenido gestionado, solo el contenido, a WordPress.com. ¿Sin más?, ¿porque sí y ya está?
No iban a dirigir mi vida virtual hasta ese punto, por eso renuncié a WordPress
y por eso me fui con la competencia: Blogger. Entonces apareció
convistasalexterior.blogspot.com. Mis conocimientos habían mejorado y mis
contenidos madurado, no podía pedir más. En 2012, por motivos personales, di
feliz sepultura a ese blog para asociar uno nuevo, silviaossorio.blogspot.com,
a mi página web (www.silviaossorio.com).
¿Todo bien?, pues no, no todo, porque ahora en 2013 resulta que los “guays” van
contra el Todopoderoso Google (pero manejan un Smartphone con sistema operativo
Android) y, por tanto, contra Blogger. Lo cool
es usar WordPress, al punto de convertir el manejo de este CMS en requisito
imprescindible en determinadas ofertas de empleo relacionadas con los social media. Por motivos laborales, en
exclusiva por esos motivos, he tenido que compartir los contenidos en
silviaossorio.wordpress.com. En fin, todo sea que aloje un blog propio en mi web (para eso pago el hosting) y mande a paseo a las dos plataformas.
El tiempo pasa y yo lo comparto con veinteañeros que se sienten los
amos del mundo por tener dos mil "amigos" en Facebook o por ostentar el
récord de RT en Twitter. Estrategias de mal mercado social que empujan a tener
más, de lo que sea, sin importar la calidad. Followers, fans, in circles, seguidores. A decenas, centenas y
hasta a unidades de millar. Da igual cómo se llamen, de dónde vengan o hacia
dónde vayan, ni siquiera importa que no se interesen lo más mínimo por tu último
estado, solo importa que sean muchos. He ojeado perfiles de orgullosos usuarios
con mil ochocientos veinticuatro "tweets" de los que ni un diez por ciento de
ellos contenía información relevante. Y lo curioso es que los seguimos y los
"retweeteamos", hasta admiramos cómo luce su propietario un estrafalario sombrero en la foto de su
perfil o cómo tira un beso al aire su propietaria, los seguimos mientras convertimos
nuestra lengua, el español, en una extraña sucesión de sonidos robóticos que
nos alejan de la verdadera comunicación. "Tweet. Tweet. Tweet". El lenguaje de
los nuevos robots en cadena. Triste pero cierto.
El tiempo pasa y estrenamos
un nuevo siglo al que conocerán las futuras generaciones como el “Siglo de las
Etiquetas”. El que escribe se considera escritor. El filólogo es ahora corrector
literario. La mercadotecnia domina la cultura 2.0. El periodista habla de
intrusismo. El informático es desarrollador de "app" especialista en
Mobincube©. Y yo, aquí, en el mismo lugar de siempre, empapelo felizmente
mi casa con los méritos de mi currículo. No quiero mucho, en serio, no lo
necesito, te quiero a ti. Mi reino por un lector. Por uno fiel. Por uno
que coma galletas saladas mientras intenta comprender qué se oculta detrás de
cada una de mis entradas. Y sonría porque le resulte un tanto perdida, y
vuelva a sonreír cuando descubra que ya me encontré. Que imagine que poseo hordas
de feroces seguidores que matarían por mí y que se enfade por eso, que deje de
leerme, que prometa ante la báscula que no volverá a teclear mi nombre en
Google ni a comer tantas galletitas saladas, pero que vuelva, que vuelva
siempre al mismo lugar donde las paredes están empapeladas.
El tiempo pasa y dejan de importarme las cosas que no importan. Casi
me convierto en un anuncio de compresas mientras vigilo que mi hijo de dos años
no escriba las vocales sobre la televisión con un bolígrafo Bic (las pizarras
digitales nos están haciendo flaco favor a los padres). Observo lo que me rodea
y decido separarme definitivamente del redil. De todos modos nunca me he
sentido parte del rebaño. Entonces me abandono al exhibicionismo más bello, el
de la palabra desnuda. Sin florituras. Sin ademanes exagerados. Sin entonar el mea culpa. Sin escuchar un coro de voces
celestiales que repitan los finales convirtiéndolos solo en un sutil eco. Camino
a un ritmo pausado y tímido que sé que no es el de los demás, vertiginoso y
decidido, pero es mi ritmo. No quiero pasarme la vida corriendo tras los que no
tienen un minuto para detenerse a descansar, mis piernas son cortas, acabaría derrotada
sin aliento olvidada en la cuneta. Quiero desnudar la palabra, quitarle su
envoltorio y saborearla despacio en la boca. No necesito cantidad, solo ansío
calidad. Calidad y no echar de menos.
El tiempo pasa, inevitable y afortunadamente, para todos… pero no de
la misma manera.
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Mobincube© es propiedad de Mobimento Mobile S.L. En muy resumidas cuentas se trata de la forma más rápida y sencilla de crear y administrar Apps para dispositivos móviles.
Seamos honestos, este añadido no es una práctica de "marketing de contenidos": Yo los cito en Blogger sin más, ellos me citan en Twitter y yo, infinitamente agradecida, añado estas líneas.
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