Ficha Técnica:
Título original: Everythings Is Illuminated
Guion: Basado en la novela homónima de Jonathan Safran Foer (2002)
Género: Comedia dramática
País: EE.UU.
Duración: 106 minutos
«Todo está iluminado por la luz del pasado. Siempre está a nuestro lado, dentro, mirando hacia fuera».
Sinopsis:
Jonathan Safran Foer, un consumado coleccionista de recuerdos familiares, decide viajar a Ucrania tras hacerse con una foto antigua de su abuelo de la época de la ocupación nazi de Trachimbrod durante la Segunda Guerra Mundial. Para llevar a cabo la "rígida búsqueda" de sus orígenes, desde su llegada al aeropuerto de Odesa recibe la ayuda de dos guías muy particulares: el excéntrico Álex y su abuelo, conductor de un destartalado coche, que se cree ciego desde la muerte de su esposa.
Primer plano:
Aquí donde me intuyes, puedo presumir de
tener un ovillo de lana mullida por cerebro. No creas, no es tan malo como
parece. De hecho, a veces todo se reduce a tirar con suavidad de un extremo
para hacerme con metros y metros de fibra de diferentes colores. Está bien, seamos sinceros, otras veces la madeja está tan indescriptiblemente enmarañada que solo armada con una
infinita paciencia soy capaz de controlar tamaño lío. Pero no sufro por ello, de veras, es más, después de tantos años con un ovillo de lana mullida por cerebro me he
convertido en una tejedora tan versátil como intuitiva. Y es que no todas las historias están
escritas ab ovo (desde el principio) porque no siempre
se tiene a la vista un extremo del que tirar. En esos casos, lo más adecuado es mirar a los ovillos de frente, agitarlos entre las manos con mayor o menor fuerza para desbaratarlos, incluso
introducirles el puño en su interior como si de él se pudiera extraer un corazón
palpitante. Son precisamente este tipo de historias, las escritas in media res (hacia la mitad), las que dan absoluto sentido a nuestra cotidianidad. Si no, ¿por qué nos vemos con tanta frecuencia
inmersos en problemas que supuestamente no hemos buscado? Fácil, porque no siempre somos
capaces de reconocer dónde se encuentra escondido el extremo inicial del que tirar.
La
verdad es que Liev Schreiber en su faceta de actor nunca me ha
erizado la piel. Dicen los entendidos que no hay buenos intérpretes sin buenos
guiones. Tal vez todo se reduzca a eso, a que a sus manos no haya llegado aún
ningún papel destacable (ni
siquiera el de la recientemente oscarizada Spotlight), quién
sabe. Sin embargo, como director sí que logra dibujarme esa sonrisilla tímida
propia de la primera cita, esa que a nuestra edad ya casi nadie recuerda. Tal vez todo se reduzca a eso, tal vez.
Todo está iluminado, una historia maravillosa que trata en
la superficie de cómo los conflictos entre los pueblos quedan grabados en la
memoria colectiva y cómo, en el fondo, esa misma maravillosa historia se va
desvirtuando con el tiempo a causa de los miles de matices de la memoria individual. Si no se escribieran este
tipo de aconteceres, no hablaríamos de nuestra Historia (en mayúscula), sino
de tantas historias como individuos hablen de ella, hayan sido partícipes o no. Lo sabes, ¿verdad? Debajo
de lo exterior siempre hay fisuras. Por tupida que se lleve la coraza, siempre
hay rendijas en ella que dejan pasar la luz. Admitir ese talón de Aquiles no nos hace débiles, sino humanos.
Seamos
realistas, irremediablemente suceden cosas en nuestra vida. Lo bueno es eso,
que suceden cosas. Lo malo es que algunas lo hacen irremediablemente. Son estas últimas las que a diario nos empeñamos en olvidar, las que conforman en nuestra cabeza un paisaje tan desolador
como destructivo. Pero todo acaba pasando, todo, hasta esos recuerdos que, como las ondas creadas por una piedra lanzada al mar, terminan por desaparecer. Sin embargo, al igual que el protagonista de esta curiosa película, hay gente que atesora objetos solo para no olvidar. Gente que embolsa, etiqueta, fecha y
clasifica sus recuerdos de forma física porque sabe que, de lo contrario, tarde o temprano caerían en el olvido. Yo no soy crítica de cine, no soy una estudiosa de los aspectos técnicos más relevantes en este nuestro siglo, pero nada de esto necesito para saber que da igual cómo empiece una historia y hasta cómo se desarrolle porque, a fin de cuentas, lo verdaderamente importante es que los finales felices existen.
Schreiber
se luce como director. La fotografía es indescriptible. La música... un
colorista papel de regalo que lo envuelve todo con la naturalidad del reflejo
en un charco tras la lluvia. Como sucede en cualquier libro bien narrado, todo
adquiere sentido a medida que la historia avanza al ritmo que los propios
personajes imponen. Si tú también tienes un mullido ovillo de lana por cerebro, no debes dejar de ver esta magistral opera prima, hazme caso.
Plano subjetivo:
Asumo el riesgo. Soy consciente de que, cuando las palabras se lanzan al viento sin más ataduras, cualquiera es libre de apoderarse de ellas, desde un entomólogo con un cazamariposas virtual hasta un alergólogo en busca de nuevos agentes patógenos. Lo asumo porque, en realidad, poco importa quién quiera atraparlas, en serio, por mí como si las secuestran y las pierdo de vista para siempre. Lo bueno de todo esto es que cualquiera puede cogerlas al vuelo, pero solo yo sé a quién van dirigidas. Solo yo.
P.S. La mayoría de las veces ser feliz consiste en exclusiva en tener a alguien cerca que te lo haga creer. No lo olvides.
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