El otro día hablaba con unos amigos sobre la utilidad de los social
media en la difusión de ciertos contenidos. Sé que así dicho
suena demasiado formal, pero después de la tercera tapa (caña incluida) el
debate se podría considerar cualquier cosa menos formal. Una "bloguera de
pro" que escribe sobre moda femenina aseguraba que, para mantener vivo un
blog, era necesaria "una entrada al día". ¿Una al día? ¡Imposible! Yo
puedo poner una lavadora (como mínimo) al día, tenderla, plancharla y guardarla
en sus respectivos armarios. Puedo preparar un desayuno para tres, unas patatas
con chocos de chuparse los dedos, la merienda de un niño de dos años aficionado
a los churros y una cena a dos tiempos. Puedo hacer una cama de un metro
cincuenta y una cuna de otros tantos. Soportar una llamada de mi madre. Los
lloros sentimentales de alguna amiga. Pero escribir una entrada al día... ¡Imposible!
Hoy escribo de nuevo porque ando de morros con el mundo y darle al
teclado me sirve de desahogo. Bueno, en realidad más que enfadada estoy
asqueada. Intento ver algo de color en esta ciudad que hoy amanecía gris,
pero todo parece tornarse en blanco y negro en consonancia con la dinámica de
un país que se cae a pedazos. Así que, como la lluvia intensa me obliga a
recluirme en casa, dejo que mi hijo vea Cars por cuarta vez en la misma
tarde y me tapo al calor de esta entrada, paradójicamente, en blanco
y negro. Si pudiera le daría un tremendo patadón al globo terráqueo,
igual de esa manera cambiaba su movimiento de rotación y con un poco de
suerte todos iríamos a tomar... viento fresco. Estaría bien poder restar
minutos a la historia para enmendar los errores del pasado. Nuestra
sociedad necesita rectificar y actuar en la misma medida.
El ser humano anda más perdido que nunca. Intenta disimular
enredando en las redes sociales: Se apropia de una realidad que no le pertenece
y la publica sin pudor alguno para que todos sepan lo feliz que es. Pero la
vida no funciona así. El sábado fui a un bautizo. No sentí nada,
ningún tipo de emoción, ninguna presencia mística. Estuve atenta a lo que
me rodeaba. Los mayores respondían mecánicamente, los jóvenes miraban a un
lado y a otro para repetir lo que hacían los demás. No había fervor en sus
conductas, hasta dudo de que hubiera fe, solo rezumaban costumbre. Escuché las
palabras del sacerdote sobre el respeto a la familia y vi cómo asentían todos
convensidísimos, todos los que luego pelean por un trozo de pan que, para
cuando puedan comérselo, ya estará más duro que una piedra. La gente debería ser un poco más
consecuente con sus ideas, sobre todo si luego las plasman en facebook para hacerlas de dominio público.
Lo imprescindible para poder mentir es tener buena memoria.
En unos meses llega mayo, mes de las primeras comuniones y de los
viajes a EuroDisney. ¿Realmente los padres siguen los preceptos católicos? ¿Se
comprometen a llevar a sus hijos a misa los domingos y fiestas de
guardar? ¿Confiesan sus pecados antes de comulgar? ¿Comulgan en la Pascua
de Resurrección? ¿Evitan la carne los viernes de cuaresma? ¿Ayudan a la Iglesia
en sus necesidades materiales? Que sí, que el mundo de Disney es una pasada
(cuando tienes diez años), pero no debería ser la recompensa por
participar de ese ritual sacramental. Todo está patas arribas.
En la entrega de los "Goyas" de este año, Santa Maribel
Verdú recoge su premio coronada madrina de los desamparados pero embutida en un
Dior. Pura hipocresía. Palabrería barata de culturetas de bolsillo.
Nuestra sociedad hace aguas y una entrada de blog al día no la va
a sacar a flote.
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