Ficha técnica:
Título original: Nuda Veritas
Estilo: Ilustración en blanco y negro
Autor: Gustav Klimt
Corriente: Simbolismo
País: Austria
Año: 1898
Riqueza de texturas:
No sé mucho de arte pictórico. Mis inquietudes artísticas siempre han tenido inclinaciones más literarias que plásticas, de ahí mi falta de juicio. En realidad, mis conocimientos al respecto se limitan a saber qué me gusta y qué no, aunque en ocasiones ni eso. Gustarme, me gustan muchos, los que además me llegan a emocionar son menos, muchos menos. Por ejemplo, la linealidad de Mondrian me gusta, pero no me emociona, mientras que las pinceladas de Monet me emocionan (porque me recuerdan a mi abuelo materno, profesor de bellas artes), pero no me gustan. Sé que el mío no es un criterio académico, lo admito, pero tampoco creo que a nadie le importe.
Gustav Klimt no es mi fuerte. Tanta ornamentación y tanto pan de oro me hacen daño a la vista. Intuyo que el simbolismo de principios del siglo XX se manifestó de manera un tanto diferente en literatura que en pintura. No hallo demasiada correspondencia entre la densa oscuridad de Las flores del mal de Baudelaire (inicio literario del movimiento) y la luminosidad colorista de Klimt, al menos no en sentido estricto, igual comparten percepciones sexuales que se escapan a mi entendimiento, a saber. En cualquier caso, las genialidades que, de manos de unos pocos privilegiados, pasan a ser de uso y disfrute del público general pierden para mí su encanto primigenio. Eso me pasa con la mayoría de obras del austríaco: vista una, vistas todas. Sin embargo, aún se conserva un reducto de sencillez simbólica en estado puro en una de sus composiciones, una ilustración en blanco y negro que me entusiasma publicada en la revista "Ver Sacrum" del grupo artístico de secesionistas al que pertenecía: Nuda Veritas, la verdad desnuda.
Título original: Nuda Veritas
Estilo: Ilustración en blanco y negro
Autor: Gustav Klimt
Corriente: Simbolismo
País: Austria
Año: 1898
Riqueza de texturas:
No sé mucho de arte pictórico. Mis inquietudes artísticas siempre han tenido inclinaciones más literarias que plásticas, de ahí mi falta de juicio. En realidad, mis conocimientos al respecto se limitan a saber qué me gusta y qué no, aunque en ocasiones ni eso. Gustarme, me gustan muchos, los que además me llegan a emocionar son menos, muchos menos. Por ejemplo, la linealidad de Mondrian me gusta, pero no me emociona, mientras que las pinceladas de Monet me emocionan (porque me recuerdan a mi abuelo materno, profesor de bellas artes), pero no me gustan. Sé que el mío no es un criterio académico, lo admito, pero tampoco creo que a nadie le importe.
Gustav Klimt no es mi fuerte. Tanta ornamentación y tanto pan de oro me hacen daño a la vista. Intuyo que el simbolismo de principios del siglo XX se manifestó de manera un tanto diferente en literatura que en pintura. No hallo demasiada correspondencia entre la densa oscuridad de Las flores del mal de Baudelaire (inicio literario del movimiento) y la luminosidad colorista de Klimt, al menos no en sentido estricto, igual comparten percepciones sexuales que se escapan a mi entendimiento, a saber. En cualquier caso, las genialidades que, de manos de unos pocos privilegiados, pasan a ser de uso y disfrute del público general pierden para mí su encanto primigenio. Eso me pasa con la mayoría de obras del austríaco: vista una, vistas todas. Sin embargo, aún se conserva un reducto de sencillez simbólica en estado puro en una de sus composiciones, una ilustración en blanco y negro que me entusiasma publicada en la revista "Ver Sacrum" del grupo artístico de secesionistas al que pertenecía: Nuda Veritas, la verdad desnuda.
Este dibujo simboliza la
“verdad” encarnada en una impúber desnuda que sujeta en su mano derecha un
espejo cuyo reflejo permanece oculto a nuestra vista. Sus pies reposan sobre un
pedestal donde aparece el título de la obra y la firma del pintor, mientras que
sobre su cabeza se expone una leyenda del escritor alemán Schefer que reza
así: “La verdad es fuego y decir la verdad significa brillar y arder”. No creo
que muchos de los que tienen colgado en su casa El beso llegaran a atribuir este dibujo a Gustav Klimt, no tanto
por desconocimiento como por la falta de representación de sus rasgos más
característicos.
De hecho, el autor recreó su propia obra solo un año más tarde en un lienzo que convierte a la virginal “verdad” en una femme fatal de rizos alborotados que, a mi parecer, roza la vulgaridad. En este caso, con el espejo girado hacia nosotros sin reflejo alguno, ni la "verdad" rezuma pureza ni la sentencia del escritor alemán Schiller que se lee sobre su cabeza es tan inocente: "Si no puedes agradar a todos con tus méritos y con tu arte, agrada a unos pocos. Agradar a muchos es malo". Paradojas de la vida: Precisamente ese recargado estilo que predomina en la mayoría de sus obras es el responsable de que Gustav Klimt se exhiba sobre los cabeceros de innumerables e insulsas camas de recién casados. Totalmente cierto, Herr Schiller, agradar a muchos es malo.
De hecho, el autor recreó su propia obra solo un año más tarde en un lienzo que convierte a la virginal “verdad” en una femme fatal de rizos alborotados que, a mi parecer, roza la vulgaridad. En este caso, con el espejo girado hacia nosotros sin reflejo alguno, ni la "verdad" rezuma pureza ni la sentencia del escritor alemán Schiller que se lee sobre su cabeza es tan inocente: "Si no puedes agradar a todos con tus méritos y con tu arte, agrada a unos pocos. Agradar a muchos es malo". Paradojas de la vida: Precisamente ese recargado estilo que predomina en la mayoría de sus obras es el responsable de que Gustav Klimt se exhiba sobre los cabeceros de innumerables e insulsas camas de recién casados. Totalmente cierto, Herr Schiller, agradar a muchos es malo.
Sensación visual:
Me gustan los conceptos abstractos capaces de dominar las pasiones más mundanas. Me gusta la "verdad" por resultar imprescindible para el buen marchar de las relaciones humanas. La mentira es una forma taimada y cobarde de tomar al contrario por tonto: Nadie miente para ocultar una conducta adecuada, cuando se falta a la verdad se es del todo consciente de lo reprobable de la acción ejecutada. Sin embargo, las personas mienten a diario como parte de la rutina vital. Mienten y se mienten sin ningún tipo de pudor. Por hábito, por inercia, por costumbre, hasta por convicción. Hay gente tan acostumbrada a mentir que a base de repetir sus propias mentiras se las llegan a creer. Pobres.
Adoro la "verdad" porque no necesita de complemento alguno para lucir bella. Ningún accesorio, ningún detalle superfluo debería enturbiar su natural belleza. La "verdad", al igual que las mujeres, solo con la cara recién lavada es capaz de mostrar su esencia. Lástima que proliferen los que la prefieran bajo una capa artificial de maquillaje aunque, ya se sabe, sobre gustos...
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