Ficha Técnica:
Título original: The Boy in the Striped Pyjamas
Autor: John
Boyne
Género: Novela
corta
Editorial: Salamandra (2007)
"Acepta la situación en la que te encuentras y todo resultará mucho más fácil"
Argumento:
Bruno, un pequeño de
ocho años, se ve obligado a abandonar la comodidad de Berlín camino del campo
de exterminio de Auschwitz donde su padre ejercerá de oficial al mando. Desde la
planta alta de su casa Bruno observa con detenimiento a las personas con
pijamas de rayas que viven tras la alambrada y a las que tiene prohibido
acercarse. Sin embargo, un buen día la curiosidad infantil lo empuja a conocer
a Shmuel, un niño judío de su edad con pijama de rayas, con el que entabla una
singular amistad de consecuencias devastadoras.
En la teoría:
El éxito de esta novela cuando salió al mercado fue fulgurante. Ni en sus mejores sueños el autor pudo imaginar que una historia tantas veces contada y desde tantas perspectivas diferentes iba a tener tal éxito de crítica y ventas. O tal vez sí, porque John Boyne no es de los que dudan de su savoir faire.
Sea como fuere, está claro que la novedad no reside en el tema que trata. El holocausto nazi ha sido narrado durante décadas desde los más dispares puntos de vista, incluido el infantil, y siempre se ha valido de la emotividad de la historia. Aunque John Boyle no sea amigo de las comparaciones, es inevitable pensar que, simplemente, se subió al carro en el momento oportuno.
Sin ir más lejos El diario de Ana Frank relata en primera persona las penalidades que la protagonista, una adolescente judía, sufrió durante los dos años que permaneció oculta de los nazis en Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial. Y no es la única. La vida es bella de Roberto Benigni. Monsieur Batignole de Gérard Jugnot. Esta fórmula funciona. La visión infantil de uno de los mayores horrores de la historia contemporánea vende. Una y otra vez. Una y otra vez.
No es raro creer entonces que en esta vida esté todo inventado. Parece como si el mundo en el que vivimos se constituyera a base de las ideas que unas pocas mentes inquietas sacaron a la luz un día, ideas que se van modificando con el tiempo para amoldarlas a las necesidades de cada época. “¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí antes?” preguntamos al aire, como si algún desconocido nos hubiera robado una genialidad mientras permanecíamos al abrigo de nuestro sofá y se estuviera lucrando a nuestra costa. La respuesta no es sencilla. Quizás influya el factor suerte, quizás el destino exista en realidad, quizás solo debamos observar lo que nos rodea desde una perspectiva diferente, desde la altura de un niño, sin duda mejor desde abajo, al fin y al cabo es una fórmula que vende. Porque en la sencillez de miras de los más pequeños, el mundo es un lugar mucho más agradable para desarrollarse como persona. Igual ahí se encuentre la mayoría de las respuestas. O igual es ahí dónde comience la mayoría de las preguntas.
Sí, se nota que no es una de mis novelas preferidas. Lo cierto es que no veo en ella nada nuevo que la haga distinta a las anteriores. Su estilo narrativo me resulta "infantiloide" por mucho que el autor nos lo quiera vender como un producto que no entiende de edades. Si no entiende de edades, no debería haber tratado con esa superficialidad molesta una barbarie de la que casi todos los adultos tenemos conocimiento. A Boyne le salió bien la jugada, no hay más.
No obstante, si deseas abordar la historia desde un punto de vista infantil con mordaces guiños a los lectores adulto (el juego de palabras "furia-führer"), El niño con el pijama de rayas es tu historia.
El éxito de esta novela cuando salió al mercado fue fulgurante. Ni en sus mejores sueños el autor pudo imaginar que una historia tantas veces contada y desde tantas perspectivas diferentes iba a tener tal éxito de crítica y ventas. O tal vez sí, porque John Boyne no es de los que dudan de su savoir faire.
"El niño con el pijama
de rayas no es mi mejor libro, en absoluto. Fue un gran regalo que me dio una
audiencia internacional y me cambió la vida, pero no es mi mejor novela ni de
lejos". (La voz de Galicia)
Sea como fuere, está claro que la novedad no reside en el tema que trata. El holocausto nazi ha sido narrado durante décadas desde los más dispares puntos de vista, incluido el infantil, y siempre se ha valido de la emotividad de la historia. Aunque John Boyle no sea amigo de las comparaciones, es inevitable pensar que, simplemente, se subió al carro en el momento oportuno.
“Para los críticos es muy fácil jugar
a comparar. Tomar un ejemplo conocido y realizar la conexión para acabar
confundiendo al futuro lector. ¿No será que la crítica es muy perezosa a la
hora de evaluar cada texto?” ("Cornabou", revista de literatura infantil y juvenil)
Sin ir más lejos El diario de Ana Frank relata en primera persona las penalidades que la protagonista, una adolescente judía, sufrió durante los dos años que permaneció oculta de los nazis en Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial. Y no es la única. La vida es bella de Roberto Benigni. Monsieur Batignole de Gérard Jugnot. Esta fórmula funciona. La visión infantil de uno de los mayores horrores de la historia contemporánea vende. Una y otra vez. Una y otra vez.
No es raro creer entonces que en esta vida esté todo inventado. Parece como si el mundo en el que vivimos se constituyera a base de las ideas que unas pocas mentes inquietas sacaron a la luz un día, ideas que se van modificando con el tiempo para amoldarlas a las necesidades de cada época. “¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí antes?” preguntamos al aire, como si algún desconocido nos hubiera robado una genialidad mientras permanecíamos al abrigo de nuestro sofá y se estuviera lucrando a nuestra costa. La respuesta no es sencilla. Quizás influya el factor suerte, quizás el destino exista en realidad, quizás solo debamos observar lo que nos rodea desde una perspectiva diferente, desde la altura de un niño, sin duda mejor desde abajo, al fin y al cabo es una fórmula que vende. Porque en la sencillez de miras de los más pequeños, el mundo es un lugar mucho más agradable para desarrollarse como persona. Igual ahí se encuentre la mayoría de las respuestas. O igual es ahí dónde comience la mayoría de las preguntas.
Sí, se nota que no es una de mis novelas preferidas. Lo cierto es que no veo en ella nada nuevo que la haga distinta a las anteriores. Su estilo narrativo me resulta "infantiloide" por mucho que el autor nos lo quiera vender como un producto que no entiende de edades. Si no entiende de edades, no debería haber tratado con esa superficialidad molesta una barbarie de la que casi todos los adultos tenemos conocimiento. A Boyne le salió bien la jugada, no hay más.
No obstante, si deseas abordar la historia desde un punto de vista infantil con mordaces guiños a los lectores adulto (el juego de palabras "furia-führer"), El niño con el pijama de rayas es tu historia.
En la práctica:
La capacidad creativa de los niños, aún vírgenes de influencias externas, les ayuda a sobrevivir a las situaciones más terribles. Gracias a ese curioso mecanismo de defensa, que genera nuestro cerebro para teñir de colores pastel una realidad en escala de grises, el camino hacia la felicidad se vislumbra con mayor nitidez. El otro día me planteaba mi hijo de cuatro años lo que para él parecía una cuestión trascendental: "Mamá, cuando yo sea un hombre, ¿el dedo meñique seguirá siendo pequeño?". No sé qué le empuja a plantearse ese tipo de cosas, pero él es el vivo ejemplo de la ingenuidad y la inocencia infantiles.
Y a todo esto yo me pregunto que, si nuestro perfil derecho difiere del izquierdo, si una misma moneda tiene dos caras enfrentadas, si un pie siempre va por delante del otro al avanzar, ¿por qué nuestra cabeza no va a ser capaz de dar luz a la sombra que genera nuestro cuerpo? La felicidad nunca es la meta, solo es el camino.
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