Ficha Técnica:
Título original: L'écume des jours
Sinopsis:
Título original: L'écume des jours
Guion: Luc
Bossi, según la novela homónima de Boris Vian
Género: Drama
romántico
País: Francia
Duración: 125 minutos
Sinopsis:
Colin y
Chlòe deciden unir sus vidas. Todo es perfecto en su idílico matrimonio hasta
que ella cae enferma. A partir de ese momento, Colin, que nunca había tenido la
necesidad ni las ganas de trabajar, debe aventurarse en la búsqueda de empleo,
a cual más rocambolesco, mientras a su alrededor el mundo tal y como lo conocía
comienza a desaparecer.
Primer plano:
El sábado me tomé de nuevo un
par de horas enteras para mí, las únicas de las que puedo disfrutar en toda la
semana (cuestión de prioridades). El cine es la vía de escape que me
permite relativizar el tiempo a mi antojo sin tener en cuenta teorías físicas "einsteinianas", así que decidí ir a ver La espuma de los días.
En estos temas prefiero seguir la recomendación de un buen amigo (o de uno a
secas) que buscar ayuda en las páginas de crítica fílmica, sobre todo porque
quienes las escriben se empeñan en comentar los artificios técnicos de unos
directores deseosos de hacer taquilla. Si yo lo entiendo, entiendo que deben
ganarse el pan y justificar la manera de ganárselo ante un ente superior, pero,
seamos sinceros, los críticos son aburridísimos y sus críticas soporíferas.
Además, en realidad, lo que los espectadores buscamos es alguien que nos diga
con franqueza si deberíamos gastarnos los abusivos euros que vale una entrada
de cine o si mejor nos vamos un domingo a los “100 montaditos” y nos ponemos
hasta arriba con su oferta de “todo a un euro”. ¿Me equivoco? Verás, por
ejemplo en el caso que nos ocupa, L'ecume des jours, a mí me da
igual si Michel Gondry ha sido totalmente fiel a
la obra de Boris Vian o no (que sí que lo ha
sido), o si se ha centrado tanto en su propio estilo que ha perdido el norte de
la historia, o que su autoría sea tan evidente que el acto creativo se vuelva
previsible. A mí lo que realmente me importa es que el argumento engancha, hace
vibrar, impulsa a levitar sobre la butaca para ver la película desde el techo
de la sala, produce una cadena de emociones de difícil explicación y hasta
sales del cine con la sensación de no haber tirado un dinero que, de seguro,
podrías haber invertido en cosas más provechosas. Algo me habían comentado de
ella hace un par de meses y una cosa había sacado en claro después de bichear
por la red: Tenía que verla.
Contar con referencias personales a la hora de ver una película es
fundamental. En ese sentido llevaba los deberes hechos. Al director, Michel Gondry, lo conocí en La ciencia del sueño (2006) y su estilo compositivo llamó
poderosamente mi atención. Además, el reparto principal me parecía de lujo. Romain Duris (Colin) me fascinó en Las muñecas rusas (2005), una comedia sobre mujeres
protagonizada curiosamente por un hombre en la que aparece la penosa actriz
española Irene Montalà (“Julia” en la serie “El barco”). Gad
Elmaleh (Chick) formó parte del reparto de El tren de la vida (1998), una película a medio camino
entre el drama y la comedia sobre el nacismo y el papel que ocupa la
imaginación en situaciones de peligro. Siempre me digo que tengo que escribir
algo sobre esta historia para ver si te animo a verla, pero está claro que aún
no ha llegado su momento. Omar Sy (Nicolas) coprotagoniza Intocable (2011) y (¡oh, sorpresa!) Philippe Torreton, director de escuela en Hoy empieza todo (1999), interpreta al filósofo
existencialista Jean-Sol Partre
(anagrama de Jean-Paul Sartre).
Está más que claro, tenía que verla.
Y la vi.
Me confieso una entusiasma del
existencialismo de principios del siglo XX. A veces ni yo misma sé explicar el
por qué, simplemente hace mucho tiempo que se estableció una conexión secreta
entre nosotros que el tiempo no ha hecho sino acrecentar. En ese sentido, La espuma de los días es una fábula de
vanguardias varias (principalmente surrealista) de amor y muerte, que no deja
indiferente a nadie. La historia
se desarrolla en un mundo, que no se rige por las normas sociales actuales,
donde conviven extraños estereotipos que caricaturizan la lucha de clases: El
ingeniero apenas tiene para comer, el obrero goza de una vida de opulencia, los
estamentos eclesiásticos carecen de moral (¡vaya, si parece España!). La acción
inicial es rápida, díscola, nerviosa y casi histérica, tanto como el
enamoramiento irracional de sus protagonistas. Los ambientes son muy
coloristas, casi mágicos, y todo parece fluir en un mar de paradójica
tranquilidad. Los tres amigos (Colin, Chick y Nicolas) dan comienzo casi al
mismo tiempo a tres relaciones amorosas (una espiritual, una imposible y otra
física) con tres mujeres muy diferentes (Chlòe, Alise e Isis). La vida parece sonreírles
en un contexto de cuento de hadas. Sin embargo, de pronto, todo se vuelve gris,
sin apenas darse uno cuenta, ¡PLOF!, gris como la suerte que se apropia de la
historia. Chlòe cae terriblemente enferma (un nenúfar crece en su pulmón),
Alise no es capaz de mantener la atención de Chick (encandilado por las teorías
filosóficas de “Partre”) e Isis se va apagando en los brazos de un insatisfecho
sexual. A partir de ese momento el ambiente de la película se vuelve opresivo,
las relaciones humanas deprimentes, los espacios farragosos y ese mar azul,
tranquilo al principio, hace imposible la navegación. La casa del protagonista
se transforma poco a poco en una ciénaga inhabitable que decrece al ritmo de su
nivel adquisitivo. El blanco y negro lo inunda todo, los personajes se quedan
sin voz, sí, ¡sin voz!, y solo los sones de una música a estas alturas de la
película demasiado familiar (Duke Ellington y su “Mood Indigo”) acompaña esta historia
de amor y muerte como en un antiguo metraje mudo que no necesita de palabras
para hablar. ¡Maravillosa!
Plano
subjetivo:
Con sinceridad, creo que yo no encajo en la sociedad actual. No estoy hecha para las frivolidades ni me gusta lo superficial. Camino a mi ritmo, normalmente por las aceras menos concurridas y, cuando la gente mira hacia arriba porque alguien señala desde abajo con el dedo un lugar indeterminado del firmamento, yo sacudo la cabeza sin caer en la tentación. No soporto el culto al cuerpo, no entiendo por qué se devalúa el cerebro al ritmo del dólar mientras los abdominales saturan los mercados. Estoy tan cansada de morderme la lengua que cualquier día de estos estallaré como una granada de mano. ¡¡¡BOOOM!!!
A veces nos enfrentamos a la vida como si fuéramos
inmortales, como si creyésemos durar eternamente con todas nuestras
capacidades intactas. A veces escudriñamos en nuestro pasado como en el cajón
de los calcetines con la esperanza de encontrar dos piezas que, si no
idénticas, al menos se parezcan. A veces, simplemente, el tiempo pasa sin
apenas rozarnos. Pero siempre, siempre, cuando nos empeñamos
en ver el mundo en blanco y negro los demás colores pasan
desapercibidos.
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