martes, 1 de octubre de 2013

“La espuma de los días”, una película de Michel Gondry (2013)


Ficha Técnica:


Título original: L'écume des jours

Guion: Luc Bossi, según la novela homónima de Boris Vian

Género: Drama romántico

País: Francia

Duración: 125 minutos






Sinopsis: 

Colin y Chlòe deciden unir sus vidas. Todo es perfecto en su idílico matrimonio hasta que ella cae enferma. A partir de ese momento, Colin, que nunca había tenido la necesidad ni las ganas de trabajar, debe aventurarse en la búsqueda de empleo, a cual más rocambolesco, mientras a su alrededor el mundo tal y como lo conocía comienza a desaparecer.



Primer plano:

El sábado me tomé de nuevo un par de horas enteras para mí, las únicas de las que puedo disfrutar en toda la semana (cuestión de prioridades). El cine es la vía de escape que me permite relativizar el tiempo a mi antojo sin tener en cuenta teorías físicas "einsteinianas", así que decidí ir a ver La espuma de los días. En estos temas prefiero seguir la recomendación de un buen amigo (o de uno a secas) que buscar ayuda en las páginas de crítica fílmica, sobre todo porque quienes las escriben se empeñan en comentar los artificios técnicos de unos directores deseosos de hacer taquilla. Si yo lo entiendo, entiendo que deben ganarse el pan y justificar la manera de ganárselo ante un ente superior, pero, seamos sinceros, los críticos son aburridísimos y sus críticas soporíferas. Además, en realidad, lo que los espectadores buscamos es alguien que nos diga con franqueza si deberíamos gastarnos los abusivos euros que vale una entrada de cine o si mejor nos vamos un domingo a los “100 montaditos” y nos ponemos hasta arriba con su oferta de “todo a un euro”. ¿Me equivoco? Verás, por ejemplo en el caso que nos ocupa, L'ecume des jours, a mí me da igual si Michel Gondry ha sido totalmente fiel a la obra de Boris Vian o no (que sí que lo ha sido), o si se ha centrado tanto en su propio estilo que ha perdido el norte de la historia, o que su autoría sea tan evidente que el acto creativo se vuelva previsible. A mí lo que realmente me importa es que el argumento engancha, hace vibrar, impulsa a levitar sobre la butaca para ver la película desde el techo de la sala, produce una cadena de emociones de difícil explicación y hasta sales del cine con la sensación de no haber tirado un dinero que, de seguro, podrías haber invertido en cosas más provechosas. Algo me habían comentado de ella hace un par de meses y una cosa había sacado en claro después de bichear por la red: Tenía que verla.

Contar con referencias personales a la hora de ver una película es fundamental. En ese sentido llevaba los deberes hechos. Al director, Michel Gondry, lo conocí en La ciencia del sueño (2006) y su estilo compositivo llamó poderosamente mi atención. Además, el reparto principal me parecía de lujo. Romain Duris (Colin) me fascinó en Las muñecas rusas (2005), una comedia sobre mujeres protagonizada curiosamente por un hombre en la que aparece la penosa actriz española Irene Montalà (“Julia” en la serie “El barco”). Gad Elmaleh (Chick) formó parte del reparto de El tren de la vida (1998), una película a medio camino entre el drama y la comedia sobre el nacismo y el papel que ocupa la imaginación en situaciones de peligro. Siempre me digo que tengo que escribir algo sobre esta historia para ver si te animo a verla, pero está claro que aún no ha llegado su momento. Omar Sy (Nicolas) coprotagoniza Intocable (2011)  y (¡oh, sorpresa!) Philippe Torreton, director de escuela en Hoy empieza todo (1999), interpreta al filósofo existencialista Jean-Sol Partre (anagrama de Jean-Paul Sartre).
Está más que claro, tenía que verla.
Y la vi.

Me confieso una entusiasma del existencialismo de principios del siglo XX. A veces ni yo misma sé explicar el por qué, simplemente hace mucho tiempo que se estableció una conexión secreta entre nosotros que el tiempo no ha hecho sino acrecentar. En ese sentido, La espuma de los días es una fábula de vanguardias varias (principalmente surrealista) de amor y muerte, que no deja indiferente a nadie. La historia se desarrolla en un mundo, que no se rige por las normas sociales actuales, donde conviven extraños estereotipos que caricaturizan la lucha de clases: El ingeniero apenas tiene para comer, el obrero goza de una vida de opulencia, los estamentos eclesiásticos carecen de moral (¡vaya, si parece España!). La acción inicial es rápida, díscola, nerviosa y casi histérica, tanto como el enamoramiento irracional de sus protagonistas. Los ambientes son muy coloristas, casi mágicos, y todo parece fluir en un mar de paradójica tranquilidad. Los tres amigos (Colin, Chick y Nicolas) dan comienzo casi al mismo tiempo a tres relaciones amorosas (una espiritual, una imposible y otra física) con tres mujeres muy diferentes (Chlòe, Alise e Isis). La vida parece sonreírles en un contexto de cuento de hadas. Sin embargo, de pronto, todo se vuelve gris, sin apenas darse uno cuenta, ¡PLOF!, gris como la suerte que se apropia de la historia. Chlòe cae terriblemente enferma (un nenúfar crece en su pulmón), Alise no es capaz de mantener la atención de Chick (encandilado por las teorías filosóficas de “Partre”) e Isis se va apagando en los brazos de un insatisfecho sexual. A partir de ese momento el ambiente de la película se vuelve opresivo, las relaciones humanas deprimentes, los espacios farragosos y ese mar azul, tranquilo al principio, hace imposible la navegación. La casa del protagonista se transforma poco a poco en una ciénaga inhabitable que decrece al ritmo de su nivel adquisitivo. El blanco y negro lo inunda todo, los personajes se quedan sin voz, sí, ¡sin voz!, y solo los sones de una música a estas alturas de la película demasiado familiar (Duke Ellington y su “Mood Indigo”) acompaña esta historia de amor y muerte como en un antiguo metraje mudo que no necesita de palabras para hablar. ¡Maravillosa!




Plano subjetivo:

Con sinceridad, creo que yo no encajo en la sociedad actual. No estoy hecha para las frivolidades ni me gusta lo superficial. Camino a mi ritmo, normalmente por las aceras menos concurridas y, cuando la gente mira hacia arriba porque alguien señala desde abajo con el dedo un lugar indeterminado del firmamento, yo sacudo la cabeza sin caer en la tentación. No soporto el culto al cuerpo, no entiendo por qué se devalúa el cerebro al ritmo del dólar mientras los abdominales saturan los mercados. Estoy tan cansada de morderme la lengua que cualquier día de estos estallaré como una granada de mano. ¡¡¡BOOOM!!! 

A veces nos enfrentamos a la vida como si fuéramos inmortales, como si creyésemos durar eternamente con todas nuestras capacidades intactas. A veces escudriñamos en nuestro pasado como en el cajón de los calcetines con la esperanza de encontrar dos piezas que, si no idénticas, al menos se parezcan. A veces, simplemente, el tiempo pasa sin apenas rozarnos. Pero siempre, siempre, cuando nos empeñamos en ver el mundo en blanco y negro los demás colores pasan desapercibidos.


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