lunes, 30 de diciembre de 2013

“Ça plane pour moi”: De Plastic Bertrand a Decathlon



Ficha Técnica:


Single: "Ça plane pour moi"

LP: AN1

Género: Punk

Intérprete: Plastic Bertrand

País: Bélgica

Año: 1977




De oído:
Hoy las circunstancias me impulsan a hablar de cosas sin importancia, de banalidades, del clima, de la vida de los otros, de una canción. Hoy las circunstancias me obligan a hablar de una de las canciones más versionadas de la historia de la música. Compuesta como relleno de una cara B, alcanzó un éxito sin precedentes a finales de los setenta. Rodeada de polémica durante décadas (al parecer la voz original no pertenece a Plastic Bertrand), nadie la ha interpretado con el carisma del belga aunque algunos se hayan quedado cerca.




La excéntrica banda punk Elton Motello fue la primera en versionar en inglés esta pseudoparodia punk bajo el título de "Jet Boy Jet Girl". El sencillo salió al mercado de manera simultánea al éxito en lengua francesa y, aunque pasó casi desapercibido en los mercados europeos, en Australia encabezó la lista de los "40 Principales" durante semanas. ¡Ver para creer! En realidad, todo en esta vida funciona de la misma manera: Lo que para algunos es el vértice de la pirámide, para otros ni siquiera forma parte de ella.




De hecho, tal fue la repercusión que tuvieron ambas canciones en las Antípodas que, ya bien entrado el nuevo milenio, casi treinta años después de su boom, la banda de rock australiana Maeder intentó repopularizarla en su lengua originaria (sin demasiado éxito, por cierto, ni dentro ni fuera de sus fronteras). Debieron de pensar que un simple cambio de correa haría pasar el viejo perro por uno nuevo pero... no coló.




Aunque los miembros de la banda australiana no fueron los únicos que cayeron en la tentación de repetir el éxito del belga. Anne Issermann, cantante, actriz y modelo francesa, hija de Dominique Isserman (fotógrafa y pareja durante algún tiempo del inimitable Leonard Cohen), se valió de él hace unos años para darse a conocer en el mundillo. Y, ¿la conoces?... pues eso.




Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra (y tres, y cuatro, y no me hagas seguir contando), el grupo canadiense de jazz manoucheThe lost fingers, ofrecía desde el viejo continente en su segundo álbum, titulado Rendez-vous rose, versiones de exitosas canciones en francés entre las que decidieron incluir, como no, esta que nos ocupa.

 


La historia no acaba aquí porque el camino está hecho de miles de piedras, este año "Decathlon" utiliza en nuestro país la pegadiza melodía para el anuncio de su última campaña de Navidad: “Regala la ilusión de empezar”.

 




A cappella:

No me acostumbro al "todo vale" virtual. A que cualquiera pueda meter la mano en la saca sin ningún tipo de impunidad ni control. A una se le esfuman las ganas de teclear cada vez que comprueba que alguien, carente de talento y de escrúpulos, hace pasar por suyos textos que son de otros. Un buen amigo me dice que nadie copia lo mediocre, pero esa apreciación supone el mismo consuelo que pasarte meses estudiando para un examen y que la persona que te copia apruebe y tú no. La miseria humana traspasa la frontera de lo real. En fin.

El tiempo vuela. Tic-tac. Tic-tac. Dos días. Apenas faltan dos días para terminar el año y yo sigo aquí, atada de pies y manos a este espacio silencioso. No me hables si no te apetece, pero léeme, venga, por los viejos tiempos. Estoy cansada, sí, muy cansada de echar de menos. Cansada de nadar contracorriente, de permanecer callada en el mismo lugar. Cansada de los que se consideran mártires sociales. Cansada de las vidas inventadas, de este país de vencedores y vencidos, de los que se pasan la gramática por el forro del abrigo, de los que llaman solo por navidad. Cansada del consumismo, del derroche de estos meses, de los carros llenos de juguetes, de los golpes en el pecho. Cansada de estar cansada. Cansada de mí y hasta de ti, pero sobre todo de mí. Cansada de escribir, harta de escribir, hasta las narices de escribir. El tiempo vuela. Tic-tac. Tic-tac. Dos días. Apenas dos días...  

lunes, 11 de noviembre de 2013

"Sehnsucht", una película de Valeska Grisebach (2006)


Ficha Técnica:




Título original: Sehnsucht

Género: Drama

Duración: 88 minutos

País: Alemania






Sinopsis:

Markus y su mujer llevan juntos desde bien jóvenes. Tienen un hijo en común y una relación, en apariencia, perfecta. Él trabaja en una empresa metalúrgica, ella es ama de casa. Él ejerce en su tiempo libre de bombero voluntario mientras ella canta en el coro de la parroquia. Tras una cena conmemorativa del grupo de bomberos bañada en alcohol (en mucho alcohol), Markus amanece en compañía de una mujer desconocida.




Primer plano:

Al menos un día al mes paseo por las grandes superficies a la busca y captura de alguna delicatessem que, sin adelgazar demasiado mi bolsillo, engorde mi área de Broca. Me gusta rebuscar en los montones donde se agolpan cientos de cintas dispuestas como una partida de "Tetris" justo antes del Game Over. Nunca pasan de los tres euros, algunas veces ni siquiera llegan a los dos. He encontrado verdaderas obras maestras olvidadas por los grandes consumidores de cine americano, desahuciadas a su propia suerte por quienes siguen los gustos de la mayoría. Yo las recojo, las alojo en mi casa, río y lloro con ellas, hasta les escribo palabras bonitas al estilo de un eterno enamorado que cambia de musa como de camisa. Gracias a ellas me he doctorado en "Movimiento migratorio de las obras maestras del séptimo arte: De las estanterías a los cajones de saldo". En fin, que me pierdo dentro del laberinto y, de seguir así, pronto me toparé con el Minotauro. Estoy convencida de que todo tiene su momento y hoy ha sido el de esta película. NOSTALGIA, traducción al español de Sehnsucht, la primera película de Valeska Grisebach.

Esta es la sencilla historia de un matrimonio sepultado por la rutina. Uno de esos matrimonios condenados a entenderse desde niños. De los que con el tiempo han aprendido a fingir una armonía que, en realidad, no existe y en el que las preguntas han dejado de ser necesarias porque se conocen todas las respuestas. Para él un instante detenido en otra mirada bastó para comprender que la novedad consiste en un soplo de aire fresco. Para ella era preferible enrolarse en una batalla perdida que abanderar una inteligente retirada a tiempo. Las mujeres llenas de inseguridades siempre descubren cintas moradas en las carteras de piel de sus maridos (quien quiera entender que entienda). Y, cuando a lo evidente se le acaba su repertorio de disfraces, ella le confiesa, en un lamentable intento de retenerlo a su lado, lo mucho que lo desea. Es cierto, lo desea tanto, tanto, tanto, pero de una manera tan acostumbrada, que no le queda más que pedirle de forma explícita que le haga el amor. Entonces lo busca. Pero no lo encuentra. Y lo vuelve a buscar. Pero no termina de encontrarlo porque él ya tiene la cabeza en otra parte. Bien lejos. En otra ciudad. En otra cama. En otro cuerpo. En otra mirada. Solo cuando las circunstancias la obligan a volver a suplicarle, casi a exigirle a su propio marido que se acueste con ella, solo entonces es cuando los dos hacen por fin el amor con una pasión tan real como jamás vi en ninguna otra película. Con bocas que casi no se rozan. Con caricias desbaratadas. Con cuerpos entregados. Pero sin silencios llenos de jadeos. Sin sonrisas cómplices. Sin compartir el mismo aliento. Sin magia. Porque con el tiempo ambos se han convertido en el reflejo de la desgana propia del que se levanta por la mañana rodeado de la misma quietud pegajosa de cada día. Del que contesta a un “te quiero” con otro bien distinto lleno de aditamentos equivocados: Mucho, tanto, infinito. Y todo por nada. Porque hay necesidades que no se pueden explicar, al menos no con palabras. Eso es lo que rompe la apacible y aburrida vida del protagonista, llegando a convertir el deseo más pasional en un caos emocional comprensiblemente destructivo.


Como no podía ser de otra manera, el desenlace de esta universal historia de amor, que deambula con la inocencia de un niño entre la valentía del que ama y la cobardía del que solo desea, es en exceso humano. Humano, real, imprevisible y vulnerable. Tanto como la vida misma. Un placer.




Plano subjetivo:

Se acaba el año y, para no perder la costumbre, ando inmersa en deseos de cambio. Necesito que mis pulmones se llenen de un aire nuevo que respirar. Inspirar. Expirar. Inspirar. Expirar. Doy palos de ciego a la espera de una llamada que dé un giro a mi vida. Un par de palabras de aliento. Una declaración de intenciones on-line. Un susurro virtual. Pero nada. ¡Qué hartura! 


Detesto dejar parcelas de mi vida al cuidado de ciertas manos que no las cuidan con la delicadeza que merecen, no sé si por falta de ganas, de voluntad o de capacidad. En cualquier caso, me parece una auténtica e innecesaria pérdida de tiempo encadenarme de pies y manos a este tipo de empresas: 
Si no te gusta lo que siembro, no te quedes esperando hasta el momento de la recolecta. No hay más.


 

Wikipedia. Sehnsucht es una palabra alemana típica de la cultura romántica que no tendría traducción exacta al español. Indica anhelo hacia alguna cosa intangible. Podría recordar al concepto de "nostalgia", pero mientras que esta consiste en el deseo de reapropiarse del pasado a menudo ligado a objetos precisos, el término Sehnsucht indica la búsqueda de alguna cosa indefinida en el futuro. Tal vez podría traducirse como el "deseo de deseo". De hecho, deriva de las palabras das Sehnen ("deseo ardiente") y die Sucht ("adicción o búsqueda"). Literalmente, Sehnsucht podría significar una "dependencia del deseo", un constante anhelo que lleva al ser humano a no contentarse con aquello que tiene o llega a conseguir y que le mueve hacia nuevos retos u objetivos, transformando ese sentimiento en una fuerza autodestructiva.

lunes, 4 de noviembre de 2013

“El mayordomo”, una película de Lee Daniels (2013)



Ficha Técnica:



Título original: The Butler

Director: Lee Daniels

Género: Drama histórico


Duración: 132 minutos

País: Estados Unidos



Sinopsis:

Un aparente paseo por la historia política de los Estados Unidos de la mano de Cecil Gaines, mayordomo de la Casa Blanca durante décadas.


Primer plano:

Esta semana he decido dar una oportunidad al cine en cartel del otro lado del charco, algo más arriba de México, un poquito más abajo de Canadá (que sí, que sí, que me refiero a los EE.UU.). La expectación creada a través de los medios que frecuento para estos menesteres ha sido tan arrolladoramente maravillosa que estaba deseando tener la oportunidad de embadurnarme de tan extraordinaria obra como si del mejor aceite de argán traído del mismísimo suroeste de Marruecos se tratase (¡uf, casi me quedo sin aire!). El marketing es lo que tiene: Te ponen unos estratégicos fotogramas en los que salen Robin WilliamsJohn CusackAlan Rickman y Jane Fonda caracterizados de aquella manera y, claro, una no puede más que pensar “peliculón, peliculón”... pues... no, la verdad. A ver, que no voy a ser yo la que le quite mérito a la idea original de la cinta, pero tampoco voy a pasar por alto el hecho de que pase de puntillas por todos y cada uno de los momentos relevantes de la acción y, así, como que no. Lo cierto es que se queda en pura anécdota, no ahonda en ningún tema en particular. No hay empatía con el protagonista, no se siente por él ni frío ni calor y no, no creo que la culpa sea de Forest Whitaker (o, al menos, no toda) porque su interpretación es digna aunque no brillante, pero es que ninguna en El mayordomo lo es porque el guion, superficial e insulso, no lo permite. The Butler peca en extremo de políticamente correcta (en sentido figurado y literal). Decepcionante.

Entremos en materia. El argumento en sí se desarrolla en tres partes: Cecil Gaines antes de llegar a la Casa Blanca, durante su estancia allí como mayordomo y tras su jubilación. Una historia de estas características, para más inri basada en hechos reales (y maquillada con una ficción previsible y casi vulgar), debería venderse ella sola sin la necesidad de empapelar las paradas de autobuses de Sevilla con la silueta en negro y oro (¡torero, torero!) de Mr. Whitaker. ¿Número uno en USA?, sí, como AvatarTitanic y otras tantas. En mi modesta opinión, a Lee Daniels, director de la aclamada Precious, le ha venido tan grande esta película que la ha dejado en manos de unos guionistas que han perdido la oportunidad de sus vidas: Mostrar al mundo entero por qué se considera a los Estados Unidos la primera potencia mundial. Allá ellos. Vayamos, pues, por partes.

La primera, que abarca aproximadamente desde los diez hasta los veinte años del protagonista, cae en los tópicos más innobles del cine de todos los tiempos: Las plantaciones de algodón, los abusos del hombre blanco y la esclavitud tratada sin ningún tipo de emotividad. Ninguno de los minutos iniciales aporta intensidad a la historia, es una especie de añadido efectista que busca impresionar al espectador... pero ni por esas. Si querían ahondar en episodios relevantes de los EE.UU., los guionistas deberían haberlo hecho con más gusto y rigor, no tratando sin criterio un tema tan oscuro de sus anales. En fin, la señora Redgrave pasa totalmente desapercibida en su cameo y solo una casi irreconocible Mariah Carey (habitual del director al igual que Lenny Kravitz) despierta algo de curiosidad. Sigamos.
La segunda parte, desde los veinte años hasta su jubilación, supone el ochenta por ciento de la película. Las breves apariciones de los grandes actores citados algunos párrafos más arriba aportan algo de seriedad al proyecto, pero poco más. Robin Willians en el papel de un mal caracterizado presidente Eisenhower es el primero de los que reconozco (tampoco conozco muchos más, la verdad). Su interpretación es pasable y su papel de promotor de leyes que ayudaron a disminuir la segregación racial ni se nota. Mal vamos. Luego llega Kennedy y su inseparable Jackie. La caracterización de James Marsden es penosa, su interpretación peor aunque salvada con honores por su partenaire. Su asesinato en la película, mera anécdota. Liev Schreiber, el altísimo marido de Naomi Watts, está  irreconocible como Lyndon B. Johnson, tanto que su papel histórico es un visto y no visto. Nixon me apasiona, pero solo porque tras esa nariz de pega se esconde mi bienamado John Cusack. Vietnam y el escándalo de Watergate en diez segundos. Mal, muy mal, señores guionistas. De Ford y Jimmy Carter no recuerdo nada (por seguir el orden cronológico real) y en cuanto a los Reagan (Alan Rickman y Jane Fonda)... buen trabajo de maquillaje.
De ahí a Obama, la tercera parte, en cinco minutos que se utilizan para buscar la reconciliación del protagonista con el mundo que le rodea.

No entiendo el cine americano. No entiendo cómo contando con recursos más que suficientes para generar obra tras obra maestra, se abandonan a insulsas historias comerciales que no aportan nada nuevo. Bueno, sí lo entiendo si lo que buscan es hacer taquilla. "Clín, clín, clín". Así funciona allí en la mayoría de los casos. En El mayordomo Oprah Winfrey, en el papel de incomprendida esposa, está que se sale. Podría ser una interpretación de Oscar si no fuera porque la narración no profundiza en su propio sentir, lo deja escapar. Así, todo. Con sinceridad, no sé cuál era el objetivo de los guionistas pero sin duda alguna han empobrecido un gran proyecto.





Plano subjetivo:

Hoy he aprendido una palabra nueva. Ya, ya sé que la mayoría de la gente pensará “vale, ¿y qué?”, pero sabes que no te tengo por esa insufrible “mayoría de la gente”, precisamente por eso te cuento este tipo de cosas. Esa palabra no la encontrarás en el Diccionario de la RAE, al menos no con la acepción que me persigue desde hace semanas. La escuché aquí, luego allá. Venía, se iba, volvía. Lo suyo hacia mí ha sido un auténtico acoso y derribo verbal. Primero, como decía, recurrí a la RAE, que no me ayudó, aunque tampoco se lo tengo en cuenta, sé que es reacia a admitir ciertos americanismos como extranjerismos absorbidos por nuestra lengua (los académicos deben de tener una manía terrible a los estadounidenses), así que acudí a la Wikipedia (menos limpia, menos fija y con menos esplendor pero sin duda más intercultural y abierta). La palabra en cuestión es "hobo" (procedente de la expresión inglesa homeward bound) y hace referencia al vagabundo que deambula de una ciudad a otra realizando distintos trabajos para subsistir, sin residencia propia ni acopio de bienes (obviamente). No te acostarás sin saber una cosa más. 

Estoy convencida de que las palabras no deberían ser tan infinitas como los conceptos. La vida está llena de matices, si otorgamos un término para cada uno de ellos existirían tantas palabras en cada lengua sin equivalente en las otras que volveríamos a los tiempos de Nimrod, el mítico rey mesopotámico que cuentan que ordenó construir la "Torre de Babel" (además de uno de los mejores álbumes de Green Day). La comunicación necesita que las palabras sean finitas, por eso envejecen, dejan de ser útiles, se sustituyen por unas nuevas y, como ocurre con los humanos, mueren. Intentar mantener con vida una palabra extinta es atarla de principio a fin a un aparato fonador de articulación artificial. Dejemos que todo siga su curso y no permitamos que nuestra lengua agonice sin sentido, por favor, porque ella es la que hace posible que en este preciso momento tú y yo, eternos desconocidos o anónimos conocidos, de alguna manera, estemos conectados.

martes, 22 de octubre de 2013

"Bocados sabrosos III", libro solidario

Invitación para la presentación de Bocados sabrosos III, libro solidario de microrrelatos de ACEN Editorial en colaboración con la Librería Argot y a favor de AFA, Asociación Provincial de Familiares de Personas con la Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias de Castellón.
 
 
En él va incluido "El espíritu de Perrault", un micro-homenaje de esta que escribe al escritor francés. 

sábado, 19 de octubre de 2013

"Esparcido el cabello por la espalda", Soneto de Félix Lope de Vega y Carpio (1562 – 1635)



Ficha Técnica:



Título: "Esparcido el cabello por la espada"

Autor: Félix Lope de Vega y Carpio

Antología: Poesía selecta

Selección: Antonio Carreño

Editorial: Cátedra (2013)

País: España





SONETO 

Esparcido el cabello por la espalda
que fue del sol desprecio y maravilla,
Silvia cogía por la verde orilla
del mar de Cádiz conchas en su falda.

El agua, entre el hinojo de esmeralda,
para que entrase más el curso humilla;
tejió de mimbre una alta canastilla
y púsola en su frente por guirnalda.

Mas cuando ya desamparó la playa,
«Mal haya, dijo, el agua, que, tan poca
con su sal me abrasó pies y vestidos».

Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya
la sal que tiene tu graciosa boca,
que así tiene abrasados mis sentidos».


En la teoría:


¿Qué puedo decir de Lope de Vega que no se haya dicho ya? Seguramente nada pero, a ver, es que esta entrada no va sobre uno de los autores más prolijos de la historia de la literatura universal. Ni sobre uno de los enemigos declarados de Góngora, ni de los rivales de Cervantes o los amigos de Quevedo. Esta entrada no va sobre uno de los mejores dramaturgos de todos los tiempos (Fuenteovejuna, La dama boba, El caballero de Olmedo, El perro del hortelano, El castigo sin venganza...). Esta entrada va sobre uno de sus sonetos, uno dedicado a una Silvia en particular que recogía conchas por las playas de Cádiz hace cuatro siglos. Casualidades de la vida.

Yo, que confieso no ser muy lectora de poesía, tengo reservadas en un cajón de mi cerebro algunas joyas literarias de esas que tiran pellizquitos. Este soneto de Lope. El "Elogio a la mujer chiquita" que hace el Arcipreste de Hita en el Libro de Buen Amor. "Táctica y estrategia" de Benedetti. El poema "21" de Oliverio Girondo. El "12" también. Estos versos me reconcilian con un género con el que nunca me he llevado especialmente bien. La fortuna me sonríe. La ignorancia se ha olvidado de mí. 

Mi relación con este soneto comienza bien pronto. Corría el año 86. El Ayuntamiento de Cádiz tuvo la genial idea de sacar una colección de cromos sobre la ciudad y sus rincones más emblemáticos: "Cádiz, 3000 años de historia". Recuerdo haber comprado el último de la colección, el que se me resistía, a un vecino por cincuenta pesetas. Tendría yo diez u once años. ¡Qué tiempos! En la última página de ese álbum, que acabo de encontrar completo por internet de segunda mano en la mítica Librería Raimundo de Cádiz con los cromos sin pegar (no, no he podido resistir la tentación de comprarlo), aparecía este soneto de Lope de Vega que debí de leer al menos mil veces. A esa edad me resultaba fascinante que alguien hiciera referencia en el siglo XVII a una Silvia que cogía conchas en la orilla del mar de Cádiz (océano en realidad). Cosas que pasan.

No voy a perder el tiempo escribiendo sobre la estructura del soneto. No voy a medir las sílabas de sus endecasílabos, ni a analizar la rima de sus catorce versos. El contenido es simple, la forma clásica. Así que déjame que hoy me permita una pequeña licencia contigo. Ya sabes que no soy mucho de pedir, así que, por favor, dame este gusto que no te llevará más de un par de minutos. Lee este soneto con calma, saborea sus palabras, deja que el olor salino de mi tierra juguetee con tu nariz, sumérgete en sus líneas como lo harías en sus aguas, bucea en su interior casi en apnea y no sueltes mi mano. Pase lo que pase no la sueltes. Hoy no.



En la práctica:

Lope de Vega pasó un tiempo en Cádiz, en una "casa de vecinos" situada bajo la que los gaditanos conocemos como "Catedral antigua", la Iglesia de Santa Cruz, en el Barrio del Pópulo. Si tienes la suerte de pasear por mi ciudad de nacimiento, no dudes en dejarte envolver por el embrujo de sus céntricas calles. Se da la circunstancia de que "El Pópulo" es el barrio más antiguo de esta ciudad trimilenaria bañada por el Atlántico y, por motivos personales que no vienen al caso, es un lugar especialmente significativo para mí. Demasiadas cosas me unen a él, esas que no necesitan de palabras, que sobreviven en el tiempo, que hacen sonreír a solas. Si tienes la suerte de pasear por mi ciudad de nacimiento, piérdete unas horas por el centro histórico hasta llegar a la escalinata de la citada iglesia. Una vez allí busca la placa que se ve más abajo y, mientras la lees, ten por seguro que, en algún momento impreciso hace algunos siglos, Lope de Vega estuvo en ese mismo lugar. Yo también.





A LOPE DE VEGA CARPIO, CUYO PASO POR ESTOS LUGARES INMORTALIZÓ LA DOROTEA.

EL ATENEO DE CÁDIZ EN EL CXXV ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN.

22 AGOSTO 1983″.


domingo, 13 de octubre de 2013

“Mad World”: De Tears for Fears a Gary Jules


Ficha Técnica:



Single: "mad world"

LP: The Hurting

Género: New Wave

Intérprete: Tears For Fears

País: Reino Unido

Año: 1982





De oídas:

Si ahora mismo, sin apenas tiempo para pensar, te hiciera cerrar los ojos y pedir un único deseo, ¿quién sería el beneficiario?, ¿tú?, ¿tal vez un familiar?, ¿alguien del barrio?, ¿la humanidad en masa? No, no es necesario que me respondas, en realidad eres tú quien, antes de seguir leyendo, deberías pararte unos minutos a reflexionar sobre hacia dónde se encaminan tus propios anhelos, tus inquietudes y hasta tus desvaríos porque, queridísimo lector (que yo sepa el género masculino continua siendo la forma inclusiva desde el punto de vista gramatical), tu respuesta lleva implícito en lo que te has convertido con el paso de los años: En un egoísta, en un protector, un hipócrita o un idealista. Escuece, ¿verdad?

Pocas teorías vitales son tan certeras como la de la imperfección y la irregularidad. ¿Cuál es esa teoría?, acomódate mientras hago crujir mis dedos e intento explicarme. Verás, hay ocasiones en las que me mimetizo con el entorno hasta casi hacerme invisible. Reproduzco como en un espejo sus gestos, remedo sus palabras, imito sus modos, en definitiva, me convierto en quien no soy solo por sentir el placer de dejar de existir por un rato. Entonces la gente se confía, se comporta al natural y, desde ese lugar que no me corresponde, me es fácil comprobar (con infinito desánimo) que, en esta sociedad de consumo materializada y deshumanizada, cada vez se exige más y con más soberbia a la vida, como si por el simple hecho de haber nacido en esta parte del planeta ya se tuvieran unos derechos especiales adquiridos. ¡Qué confundidos estamos! Suelo participar de ese tipo de conversaciones con cautela, la edad me aconseja callar cuando sospecho que los demás están ansiosos por contar sus rutinas a toda costa y pugnar por cuál de ellas es peor. Me callo, sí, porque de todos modos no se puede hacer entender a quienes gustan de exagerar sus miserias que con esa actitud no ganan nada. ¿Me sigues? Los ciudadanos de a pie tenemos existencias similares. Escalón arriba escalón abajo, todos nos movemos por los mismos lugares y, en definitiva, optamos a los dos mismos tipos de vida: la imperfecta o la irregular. A la primera modalidad pertenecen los que son difíciles de contentar, los que quieren lo que no les pertenece y no valoran lo que tienen, los que pierden el aliento quejándose por tal y por cual, los que, en definitiva, son desdichados por decisión propia. En la segunda se encuentran los que, teniendo o no, todos (o casi todos) los ingredientes para ser felices afrontan el día a día conscientes de que la vida es una cometa que sube y baja al antojo del viento por lo que, pase lo que pase, deben mantener bien sujeta su cuerda. Es cierto que en ocasiones soltamos tanto hilo que la perdemos de vista. Nos despistamos, nos confiamos, nos dejamos cegar por el sol o directamente pasamos de ella, pero, si hemos anudado su extremo a nuestra muñeca con cierta habilidad, en seguida sabremos que nuestra cometa sigue ahí, en algún lugar oculta tras las nubes. En la vida siempre hay nudos invisibles que ayudan a no perder el norte. Esos pequeños detalles son los que impulsan el vuelo en los momentos de apatía, de desidia o de desánimo. No deberías preocuparte tanto por la velocidad del viento si no por el lugar hacia donde se dirige tu cometa, créeme. 

Te voy a contar una historia, una maravillosa historia de un recuerdo, uno inexistente para una chica del montón que alguien generó para ella una vez, guardó a buen recaudo en el cajón de los calcetines y cada cierto tiempo lo saca para airearlo. Era sábado. Podría haber sido cualquier día, pero él insiste en que era sábado. Ella llevaba un pantalón negro corto, hablaba por teléfono en una cabina y solo se le veían las piernas. “¿Podrían ser las de cualquiera?” conjetura ella, pero no, el generador de recuerdos siempre le asegura que esas solo podían ser sus piernas. "Di mejor que me reconociste por los zapatos", piensa ella, "porque en aquella época yo solo tenía ese par", aunque no dice nada no sea que desaparezca la magia para no volver. Antes de terminar esa conversación de cabina tragadora de pesetas sus caminos se separaron en una ciudad demasiado pequeña, tanto como esas que lucen dentro de las bolas de cristal rellenas de agua y de nieve artificial que los niños agitan sin piedad ante sus aterrados padres. Sus voces no se encontraron aquella noche, al parecer no volvieron a coincidir en mucho tiempo, pero... no adelantemos acontecimientos. Ella se volatilizó al teléfono mientras él, de camino a casa en taxi (¿en taxi?, ¿a principios de los noventa?, ¡qué poderío!), escuchaba de fondo en la radio una canción de REM que todavía se empeña en identificar como "Everybody Hurts" (1992). El aire fresco en la cara y alguna copichuela de más le volvieron a evocar aquellas piernas sin tronco ni cabeza tras el cristal al tiempo que le sobrevenían infinitas arcadas de consuelo: "Aún no está todo perdido, nadie puede escapar de una bola de cristal"... a menos que se resbale de las manos de un travieso niño y se haga trizas contra el suelo (el chico generador de recuerdos olvidó barajar esa posibilidad).



Y de repente, veinte años después, un día cualquiera que de seguro no era sábado, él descubre en “Mad World” la voz de Gary Jules (2001) y, tan parecida como es a la de Michael Stipe (el solista de REM), se transporta por arte del birlibirloque a aquel silencioso sábado de los noventa. Respira hondo, oxigena sus pulmones, exhala el aire suficiente para resucitar cien cometas y termina por aceptar que nadie en su sano juicio se arrepiente de lo que no ha hecho porque jamás podrá medir sus consecuencias, ni las negativas ni las positivas. Entonces usa una de esas redes sociales que tan poco le gustan para pedirle a las piernas de antaño en un breve mensaje que escuche esa canción, que posiblemente no sea del estilo de ninguno de los dos, pero que la escuche. Y en un mensaje tan breve como el suyo, ella le responde (interpretando el papel de una diva hollywoodiense de la década de los cuarenta) que hará lo que pueda.




Que hará lo que pueda... Lo cierto es que le faltó tiempo para oírla y recordar que formaba parte de la B.S.O. de la película Donnie Darko (es uno de los dos covers de la canción original de los ochenta de Tears for Fears), que no pudo estrenarse en 2001 por los atentados de las Torres Gemelas y salió directamente a la venta en DVD (si la vas a ver, procura que no sea una tarde de domingo en familia, sé de lo que hablo). "Mad World" trata de la sinrazón de un mundo en el que solo la inocencia infantil permite ser feliz.




Claro, luego nos hacemos mayores y nuestra felicidad se pierde entre tantas preocupaciones absurdas y conflictos innecesarios. A lo que iba, como en realidad esas piernas pertenecen a una cabeza pensante amante del séptimo arte, su recién estrenada dentadura artificial no pudo más que sonreír al comprobar que, ese vídeo de Gary Jules colgado en YouTube que tanto llamó la atención del generador de recuerdos, fue dirigido en 2004, con motivo del relanzamiento de la citada película, por Michel Gondry, artífice de La espuma de los días. ¿Pura casualidad? 




A cappella:

Hay historias que no tienen eslabones perdidos, solo mal posicionados, por eso las piernas tras el cristal van a hacer como que han olvidado aquel breve mensaje y no le van a contar al generador de recuerdos lo que les ha parecido esta canción que, como aquella noche de sábado en el "Bianco", se ha transformado con el paso de los años en otra muy diferente. Sin embargo, cuando él entre en este blog desde el iPhone/iPad del trabajo movido por la curiosidad, sabrá que de los hilos de las cometas atados a las muñecas penden divertidos papelitos de colores que alegran el vuelo y que uno de ellos, posiblemente, aún conserve su nombre escrito.