martes, 15 de julio de 2014

“La escafandra y la mariposa”, una película de Julian Schnabel (2007)


Ficha técnica:

Título original: Le scaphandre et le papillon

Guion: Ronald Harwood, según la novela de Jean-Dominique Bauby

Reparto principal: Mathieu AmalricEmmanuelle SeignerMarie-Josée CrozeAnne Consigny y Max von Sydow.



“Hoy mi vida parece una sucesión de pequeños fracasos. Mujeres que no supe amar, oportunidades que no aproveché, momentos de felicidad que dejé escapar. Una carrera cuyo resultado conocía de antemano”


Sinopsis:

A principios de los noventa, recién estrenada la cuarentena, Jean-Dominique Bauby, el excéntrico redactor jefe de la revista francesa Elle, sufrió una embolia masiva. Tras tres semanas en coma, Bauby despertó víctima del llamado "síndrome de cautiverio". Totalmente paralizado, Jean-Do malvivió durante meses encerrado en su cuerpo inerte (la escafandra) sin poder comer, ni beber, ni hablar, ni respirar sin asistencia, mientras su mente funcionaba con la normalidad habitual de quien conserva intactas la memoria y la imaginación (la mariposa). En el hospital de Berk-Sur-Mer especializado en dolencias similares donde fue confinado, aprendió con paciencia a comunicarse mediante el parpadeo de su ojo izquierdo. Gracias a esta habilidad forzada, recreó el mundo desde su particular y nueva situación en la novela La escafandra y la mariposa en la que se basa la película de referencia.


Plano subjetivo:

El caso real en el que está basada esta película nos permite ser espectadores de primera de las sensaciones de una mente inquieta atrapada dentro de un cuerpo inmóvil. El "Síndrome de cautiverio" que padecía le permitió al protagonista ser consciente desde el primer momento de cada uno de los minutos de su desesperante estado. Jean-Dominique sufrió, sufrió muchísimo, mucho más de lo humanamente razonable, pero no por él, no, lo hizo por su padre de noventa años enclaustrado en un piso del que sus piernas no le permitían salir. Por sus tres hijos a los que ya nunca volvió a poder acariciar. Por su exmujer, por ella también, por acompañarle sin reservas en esa brutal etapa de su vida. Por su nueva pareja, por dejarla abandonada a su suerte, y por cada una de las personas que le facilitaron la existencia mientras su cuerpo yacía postrado en una cama. Por incomprensible que parezca, él mismo manifestó su propio sufrimiento por no tener palabras para animarles, ni voz para decirles "te quiero", por no poder dar un beso ni regalar un abrazo, por miles de razones generosas que le llevaron a pensar en los demás por encima de sí.
La fuerza de voluntad de la que hizo gala durante los últimos años de su vida fue la mayor prueba de amor que pudo dejar en herencia a los suyos, máxime cuando él no quería vivir por encima de todo, no deseaba permanecer atado a esa nueva realidad que le había tocado en suerte. Él ansiaba descansar en paz consigo mismo y liberarse de aquel cuerpo que ni siquiera reconocía como suyo, pero no pudo más que aceptar las condiciones vitales a las que estaba ligado y sobrevivir en consecuencia por amor a sus semejantes. Aunque hasta su último aliento defendió que, si vivir dignamente es un derecho, morir también debería de serlo, comprendió que eran los demás los que necesitaban tiempo para aceptar su inefable final. Y decidió, por encima de su propia felicidad, concedérselo.


*Esta entrada, junto a los comentarios generados, puede leerse en la sección “Tu mejor tú” incluida en la web  www.despiertatumejortu.es.

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