miércoles, 30 de julio de 2014

“Caos Calmo”, una película de Antonello Grimaldi (2008)

Ficha técnica:

Título original: Caos calmo

Guion: Nanni Moretti, según la novela Caos calmo de Sandro Veronesi (2005)

Reparto principal: Nanni Moretti, Valeria Golino, Isabella Ferrari y Alessandro Gassman.




"Hay que decir las cosas, siempre" 


Sinopsis:

En el mismo momento en el que Pietro está salvando la vida a una desconocida en la playa, su mujer muere víctima de un desafortunado accidente doméstico. Tras el sepelio, mientras todo su entorno espera servir de consuelo a su duelo, él alivia su caos interior deambulando tranquilo por el parque situado a las puertas del colegio de su hija con el único propósito de que esta termine su jornada escolar. Ante su incomprensible e inquietante conducta social, sus compañeros de trabajo, sus amigos, familiares y conocidos intentarán hacerlo reaccionar.


Plano subjetivo:

Esta película es en sí una paradoja vital tan humana y real como la vida misma. Basada en la novela homónima de Sandro Veronesi, la historia se convierte en el retrato de la deriva emocional de un hombre de mediana edad que decide esconder su dolor para sumergirse, por voluntad propia, en ese extraño duelo sin lágrimas en el que los sentimientos a los que no somos capaces de enfrentarnos acaban convirtiéndonos en una mala copia de nosotros mismos.
En su desesperación, ajeno a todos los que le rodean, el protagonista maquilla de calma exterior lo que, en realidad, le supone un caos interior de consecuencias demoledoras. Calla, no porque no tenga nada que decir, sino porque no sabe cómo ni a quién decirlo. De esta manera tan particular toma conciencia de su propio vacío interior sin necesidad de vestir de negro, ni por dentro ni por fuera. Al margen de los convencionalismos más comunes, comienza poco a poco a digerir su circunstancia actual sin llegar a acostumbrarse a su amargor, aun siendo consciente en cada momento de él. Calla, pero no huye.

A través de esta emotiva cinta se nos revela que ciertamente la pérdida de un ser querido es irreversible, pero el dolor que consume las entrañas y aletarga los pensamientos está bendecido por el don de la reversibilidad. Solo es una cuestión de actitud vital... y de tiempo.


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sábado, 26 de julio de 2014

"Un mundo feliz", una novela de Aldous Huxley (1932)





Ficha Técnica:


Título original: Brave New World

Autor: Aldous Huxley, filósofo y escritor británico (1894 - 1963)

Género: Novela

Páginas: 256

País: Gran Bretaña

Editorial: deBolsillo





“El encanto enigmático de la Historia reside en el hecho de que, de época en época, nada cambia y aun así todo es completamente diferente”. 



Argumento:

Tras una imponente guerra química, surge un nuevo orden mundial dominado por la tecnología más avanzada aplicada a todos los niveles imaginables de la vida cotidiana. Aquello que no conviene al estado es censurado. La libertad de elección y la de expresión están prohibidas. La felicidad radica en la supresión de los comportamientos emotivos, las inquietudes intelectuales y las manifestaciones artísticas. En ese mundo utópico en el que la pobreza y las epidemias han sido erradicadas, el estado de "bienestar social" se ha conseguido a costa de eliminar los rasgos propios de cada individuo.


En la teoría:

Hablar de Un mundo feliz es hacerlo de uno de los clásicos de la literatura universal del siglo XX. Gracias a una metáfora mordaz, el autor inglés se permite describir en su novela los estragos sociales de un futuro incierto en el que las previsiones más negativas se ven materializadas. La mayor parte de los críticos señala que se trata de una sátira sobre las sociedad de los años treinta pero, en realidad, la historia que se narra y, sobre todo, el modo en el que se lleva a cabo no conoce ni de espacios ni de tiempos. 

De hecho, imagino que tú también te habrás percatado de que ahora está de moda entre la comunidad masculina el etiquetarse como "macho alfa" en un arrebato de virilidad doméstica. A mí, la verdad, es que esta afirmación suele hacerme sonreír porque, según se extrae de la lectura de esta novela, el "alfa" es el sujeto más perfecto del grupo pero también el más infeliz. Teniendo en cuenta que la perfección no existe pero la infelicidad sí, blanco y en botella. Los preceptos de Huxley que deberíamos aplicarnos nos llevan a considerar que la verdadera valía reside en tomar conciencia social, en saber en qué lugar en concreto se encuentra uno, sin proyectarse a esferas que no le corresponden (ni más altas ni más bajas), y actuar en consecuencia. La lectura metafórica de Un mundo feliz se traduce como un tirón de orejas a las conductas sociales alienantes en las que la masa repite conductas como borregos y el individuo único e irrepetible no tiene cabida. Queridos "machos alfa" del mundo, ¿por qué aspiráis a ser el "gallo del corral" si, os guste o no, es la gallina la que pone los huevos? 



En la práctica:

Las personas avanzamos en sociedad al ritmo que nos marcan. Todos intentamos encontrar un lugar en el que encajar, en el que sentirnos cómodos, una "zona de confort" al refugio de nuestros semejantes que nos permita beneficiarnos de las ventajas comunes y que, por supuesto, nos exima de toda responsabilidad individual. Desde que el universo es algo más que una singularidad espacio-temporal, pertenecer a la mayoría nos ha hecho fuertes... o eso hemos querido creer.

La sociedad de consumo en la que vivimos inmersos no es muy diferente a la ficticia de la novela de Huxley. Los jóvenes cada vez leen menos, el cine cada vez es más comercial, la tecnología acerca a los que están más lejos mientras, paradójicamente, aleja a los que están más cerca. La televisión nos vende una realidad que conviene a unos y a otros, pero nunca a los consumidores. Si en Un mundo feliz el gobierno proporciona una ración diaria de droga farmacológica para manipular y controlar a las masas, nosotros sucumbimos a una felicidad inducida, temporal y falsa que nos aborda cada minuto desde los quioscos de prensa, los paneles publicitarios, los panfletos propagandísticos de los grandes almacenes, las modas que van y vienen, los vecinos del quinto, nuestro hijo adolescente que cree ser único por pertenecer a un grupo urbano donde todos se sienten únicos.

Nos encaminamos a una era conformista en la que a nadie importará el ser manejado al antojo de unos cuantos siempre que la mayoría corra la misma suerte. Y después, ¿qué? ¿Ningún punto negro sobre fondo blanco? Avanzar en círculos nunca ha llevado a ningún lugar. Ten siempre presente que no somos lo que nos asemeja al resto, sino lo que nos diferencia.


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martes, 22 de julio de 2014

Ana María Matute (1925-2014)



El pasado veinticinco de junio fallecía en Barcelona, la ciudad que la vio nacer, Ana María Matute. Reconocida como la mejor escritora de cuentos del último siglo, de seguro que con su marcha el sillón K de la Real Academia de la Lengua ha perdido su ingenuidad infantil.


Aunque nunca fue amiga de las frases lapidarias, dada la extensión de su legado literario, sirvan sus propias palabras de muestra de sincera devoción y de respeto infinito.



“El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad”




La realidad siempre supera la ficción. A día de hoy, no existe pluma capaz de condensar en menos de cuatrocientas páginas toda una vida... aunque muchos se hayan quedado cerca.

Simplificando la historia al mínimo, vivir consiste en un caminar constante. Unas veces por angostos y solitarios parajes que parecen imposibles de atravesar, otras por agradables senderos transitados por caras que resultan familiares. Sea como fuere, para los dos hay que estar preparados. Puesto que desconfiar de nuestras posibilidades es la peor compañera de viaje, antes de seguir la marcha es recomendable descansar unos segundos para mirar alrededor. Si necesitas respuestas, pregunta. Si las respuestas no te satisfacen, cuestiónate si hiciste la pregunta correcta o formula la misma de distinta manera, pero que el silencio no te convierta en mero espectador de los itinerarios ajenos. Respira hondo, mete en tu mochila lo imprescindible y comienza a caminar hacia delante sin prisas por llegar al destino fijado. Como ya sabemos, lo verdaderamente importante no es llegar a la meta sino disfrutar del camino.


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sábado, 19 de julio de 2014

“La gran belleza”, una película de Paolo Sorrentino (2013)


Ficha técnica:


Título original: La grande bellezza

Guion: Paolo Sorrentino y Umberto Contarello

Reparto principal: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferelli e Isabella Ferrari.





“Son bonitos los trenecitos que hacemos en las fiestas, ¿verdad? Son los más bonitos del mundo porque no van a ninguna parte”



Sinopsis:

Las noches de estío romanas sirven de escenario a las más variopintas relaciones. Un desfile de personajes insustanciales de existencias vacías y deprimentes que pasan por delante de un asqueado Jep Gambardella, periodista y autor de una única novela que busca próximo al final de sus días la esencia de la vida.



Plano subjetivo:

Esta es una historia de interiores que se ocultan al exterior, de apariencias convertidas en costumbres, de mentiras y exceso de soledad. De roles que se interpretan a las mis maravillas, de personas que se niegan a profundizar en sí mismas. Es una historia de juguetes rotos. De sacerdotes pecadores. Políticos corruptos. Famosos de segunda fila venidos a menos. Escritores sin inspiración. Artistas sin modelos. Nobles sin dinero. Una historia como cualquier otra de miedos, de angustias y de tristezas.
Atrapados en el vórtice de este atroz contexto, como sucede al protagonista de la oscarizada película, solo nos queda una salida: Parar el ritmo de nuestro caminar, reflexionar el tiempo necesario y buscar sin prisa pero sin pausa "la gran belleza", la primigenia, la que no está rediseñada en el quirófano, la que atrae y atrapa, la que nos rejuvenece veinte años de una sola vez. Esa que nos hace únicos al tiempo que nos asemeja al resto, la que escucha y observa sin hablar. La que nos sugiere en calma ser un poco más felices.

Estoy convencida de que en el mundo en el que vivimos es difícil encontrarla. El miedo a mirarnos de frente al espejo, despojados de todo lo accesorio, nos paraliza. Tememos reconocer ante los demás nuestras limitaciones aun cuando somos humanos, imperfectos, pasionales, vulnerables, maliciosos y, por encima de todo lo demás, mortales. Atesoramos objetos inútiles, maquillamos nuestros rostros, vestimos una imagen artificial más acorde al entorno que a nuestra naturaleza y salimos al mundo dispuestos a comérnoslo a la hora del aperitivo. Un minuto, la insignificancia de los sesenta segundos que lo conforman, es suficiente para disfrutar de las miradas fugaces que nos fotografían de pies a cabeza ante un semáforo en rojo. La “gran belleza” existe, ¿de verdad que la vas a dejar pasar?


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martes, 15 de julio de 2014

“La escafandra y la mariposa”, una película de Julian Schnabel (2007)


Ficha técnica:

Título original: Le scaphandre et le papillon

Guion: Ronald Harwood, según la novela de Jean-Dominique Bauby

Reparto principal: Mathieu AmalricEmmanuelle SeignerMarie-Josée CrozeAnne Consigny y Max von Sydow.



“Hoy mi vida parece una sucesión de pequeños fracasos. Mujeres que no supe amar, oportunidades que no aproveché, momentos de felicidad que dejé escapar. Una carrera cuyo resultado conocía de antemano”


Sinopsis:

A principios de los noventa, recién estrenada la cuarentena, Jean-Dominique Bauby, el excéntrico redactor jefe de la revista francesa Elle, sufrió una embolia masiva. Tras tres semanas en coma, Bauby despertó víctima del llamado "síndrome de cautiverio". Totalmente paralizado, Jean-Do malvivió durante meses encerrado en su cuerpo inerte (la escafandra) sin poder comer, ni beber, ni hablar, ni respirar sin asistencia, mientras su mente funcionaba con la normalidad habitual de quien conserva intactas la memoria y la imaginación (la mariposa). En el hospital de Berk-Sur-Mer especializado en dolencias similares donde fue confinado, aprendió con paciencia a comunicarse mediante el parpadeo de su ojo izquierdo. Gracias a esta habilidad forzada, recreó el mundo desde su particular y nueva situación en la novela La escafandra y la mariposa en la que se basa la película de referencia.


Plano subjetivo:

El caso real en el que está basada esta película nos permite ser espectadores de primera de las sensaciones de una mente inquieta atrapada dentro de un cuerpo inmóvil. El "Síndrome de cautiverio" que padecía le permitió al protagonista ser consciente desde el primer momento de cada uno de los minutos de su desesperante estado. Jean-Dominique sufrió, sufrió muchísimo, mucho más de lo humanamente razonable, pero no por él, no, lo hizo por su padre de noventa años enclaustrado en un piso del que sus piernas no le permitían salir. Por sus tres hijos a los que ya nunca volvió a poder acariciar. Por su exmujer, por ella también, por acompañarle sin reservas en esa brutal etapa de su vida. Por su nueva pareja, por dejarla abandonada a su suerte, y por cada una de las personas que le facilitaron la existencia mientras su cuerpo yacía postrado en una cama. Por incomprensible que parezca, él mismo manifestó su propio sufrimiento por no tener palabras para animarles, ni voz para decirles "te quiero", por no poder dar un beso ni regalar un abrazo, por miles de razones generosas que le llevaron a pensar en los demás por encima de sí.
La fuerza de voluntad de la que hizo gala durante los últimos años de su vida fue la mayor prueba de amor que pudo dejar en herencia a los suyos, máxime cuando él no quería vivir por encima de todo, no deseaba permanecer atado a esa nueva realidad que le había tocado en suerte. Él ansiaba descansar en paz consigo mismo y liberarse de aquel cuerpo que ni siquiera reconocía como suyo, pero no pudo más que aceptar las condiciones vitales a las que estaba ligado y sobrevivir en consecuencia por amor a sus semejantes. Aunque hasta su último aliento defendió que, si vivir dignamente es un derecho, morir también debería de serlo, comprendió que eran los demás los que necesitaban tiempo para aceptar su inefable final. Y decidió, por encima de su propia felicidad, concedérselo.


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sábado, 12 de julio de 2014

Gabriel García Márquez (1927 – 2014)

El pasado diecisiete de abril moría en México D.F. el escritor, en el sentido más amplio y comprometido del término, Gabriel García Márquez.
Elegir una sola obra de un solo género que condense y represente todo el saber transmitido por el colombiano es, cuanto menos, literariamente arriesgado. Si a esta circunstancia sumo que la alta pretensión no es uno de los pilares de este blog, sirva de agradecido epitafio una de sus frases más repetidas: 


“Solo porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser”



¿Cuántas veces, con el alma en vilo, has preguntado “me quieres”?, ¿cuántas de ellas has recibido la respuesta deseada?, ¿cuántas la has creído? Con sinceridad, ¿qué has ganado con ello? Querer no implica ninguna obligatoriedad y la reciprocidad anhelada no siempre se puede medir con el mismo rasero. Que no te aflija querer “diez” a quien te quiere “cinco”. Considera la posibilidad de que precisamente “cinco” sea el valor máximo de su querer, mientras tú, pudiendo llegar hasta “cincuenta”, le estás dando solo “diez”.


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viernes, 4 de julio de 2014

"El buitre", un relato de Franz Kafka (alrededor de 1913)


“El buitre”

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya me había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre daba un picotazo, volaba en círculos amenazadores alrededor y luego continuaba su obra. Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué aguantaba al buitre.

– Estoy indefenso –le dije–, vino y empezó a picotearme; lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy salvajes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies; ahora están casi hechos pedazos. 
– No se debe atormentar –dijo el señor–, basta un tiro y el buitre se acabó.
– ¿Cree usted? –pregunté–, ¿quiere encargarse usted del asunto?
– Con mucho gusto –respondió el señor-; solo tengo que ir a casa a buscar el revólver, ¿podrá usted aguantar media hora más?
– No lo sé -respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; luego añadí-: por favor, inténtelo de todos modos.
– Bien –respondió el señor–, voy a apurarme con mi revólver.


El buitre había escuchado con calma nuestro diálogo, mirándonos al señor y a mí. De repente me di cuenta de que había entendido todo; voló un poco, retrocedió para darse el impulso necesario y, como un atleta que arroja la jabalina, ensartó su pico en mi boca, hasta el fondo. Al caer de espaldas sentí como una liberación; sentí que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que rebasaba todos los límites, el buitre, irremediablemente, se ahogaba.




Ficha Técnica:


Título original: “Der Geier”

Autor: Franz Kafka

Género: Relato

Año: Alrededor de 1913







Argumento:

Un buitre ronda con insistencia a un hombre que, carente de ánimo para luchar, decide sucumbir a su mortal ataque sin que nadie pueda evitar el fatal desenlace.


En la teoría:

Lo cierto es que la brevedad de este relato no le resta un ápice de intensidad a la atemporal historia que narra sobre la desdicha de los conformistas. De hecho, si lo lees con cierto detenimiento y sin ningún tipo de condicionante, la enseñanza que podrás extraer de él será del todo gratificante. Igual, antes de continuar leyendo estas líneas, deberías concederte unos minutos para releer el texto de referencia y extraerle todo su jugo. Tómate el tiempo que necesites, por favor, yo espero...

Ayer se celebró el 131 aniversario del nacimiento de Kafka y hace aproximadamente un siglo que concibió este relato sobre la falta de actuación de los individuos que conviven en comunidad, cien años en los que la desidia se sigue imponiendo sin remedio en las sociedades de consumo. El autor critica, empleando una metáfora sencilla, a aquellas personas que deciden por voluntad propia dejarse llevar por la corriente en lugar de reaccionar ante las adversidades, personas que están faltas del arrojo suficiente para cambiar el rumbo de sus vidas y prefieren acomodarse en su estancamiento vital. El buitre ataca y el hombre, en lugar de pedir ayuda a sus semejantes o de plantarle cara al animal, se deja devorar poco a poco con la única esperanza de que todo acabe con su propia muerte. Y después, ¿qué?, ¿acaso será ese el fin?, pues no, lo siento, pero no. Si un buitre muere, tres bien vivos llegarán tras él para comerse sus restos... y los tuyos, tenlo muy presente.

Y en esa seguimos. Sucumbimos a las modas sin importarnos perder nuestra esencia solo para no sentirnos diferentes a la mayoría. Dejamos encerradas nuestras particularidades dentro de casa porque sabemos que los raseros de la sociedad actual no favorecen el desarrollo personal. Como cuervos, llenamos los vacíos espirituales con cosas brillantes que no poseen valor en sí mismas. Y mientras nos dejamos manipular por una falta de criterio general, amoldamos nuestras posaderas al sofá desde el que nos asomamos al mundo a través de la pantalla del televisor y permitimos que nuestra pasividad nos conduzca, inevitablemente, a un calamitoso final. Sí, en esa seguimos.


En la práctica:

No olvides que ningún buitre es indestructible, menos aún si comienza a actuar por los pies dejándote intacta la cabeza.



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miércoles, 2 de julio de 2014

"La mujer justa", una novela de Sándor Márai (1941)



Ficha técnica:




Título original: Az igazi 

Autor: Sándor Márai, escritor y periodista húngaro (1900 – 1989)

Género: Novela

Año: 1ª y 2ª parte, 1941. 3ª parte, 1949


País: Hungría


Editorial: Salamandra (2005)







“Callar la verdad siempre es mejor que contar mentiras”


Argumento:

Primera parte: Sentada una tarde en una cafetería de Budapest, una mujer cuenta a una amiga cómo descubrió que el alma de su por entonces marido pertenecía a un antiguo amor secreto y cómo, pese a sus infatigables intentos, la relación se fue al traste. 
Segunda parte: Una noche en la misma ciudad, un hombre confiesa a un amigo por qué se separó de su esposa para casarse con la mujer que deseaba desde años atrás y cómo, por culpa de un tercero, la perdió al poco tiempo. 
Tercera parte: En una pensión de Roma, al alba, una mujer detalla a su amante cómo consiguió casarse con un hombre perteneciente a una clase social más alta, tras persuadirlo en silencio para que se separase de su esposa, y cómo lo abandonó sin remordimientos. 

Un triángulo amoroso estructurado en tres partes en el que las almas de los implicados se desnudan de forma tan magistral como humana.


En la teoría:

Esta es, sin duda, una de esas historias atemporales en las que el amor, la pasión, la traición y la soledad se unen en perfecta armonía conformando una novela de ficción de lo más realista. En ella, entre otros muchos secretos de alcoba de los que nadie habla pero de los que todos tenemos conocimiento, se nos advierte de la peligrosidad de los celos en las relaciones de pareja. Ese malquerer dañino, que acusa de una importante falta de diálogo, suele ser signo inequívoco de inmadurez emocional y de inseguridad personal, tanto que se convierte en un auténtico calvario para quien lo padece y para quien lo sufre. En este sentido, la obra de Márai revela un extraordinario conocimiento de las emociones humanas y de sus repercusiones. Es denso en sus pensamientos pero claro y conciso en su exposición, cosa que yo como lectora agradezco.
Aunque, en realidad, el autor no se limita a narrar en primera persona tres historias individuales entrelazadas por una cinta morada. A través de sus páginas podemos apreciar a la Europa de entreguerras. La ingenua comodidad burguesa y los movimientos del proletariado, la aparición del comunismo en Hungría y del fascismo en Italia, el socialcomunismo hitleriano que tanto combatió con su pluma. Considerado uno de los escritores más importantes de centroeuropa, el régimen comunista prohibió su obra en Hungría abocándolo al olvido durante décadas. Sándor Márai, nacionalizado americano en 1952, se suicidó en San Diego (California) con un arma que él mismo había comprado para tal fin. No pudo soportar la idea de que solo podría seguir viviendo al cuidado de otras personas. El pensamiento racional de la ficción no pudo contener al irracional de la realidad.  


En la práctica:

La vida común supone un caminar constante de dos personas diferentes en la misma dirección. Cuando por circunstancias uno de los dos acelera o aminora el ritmo, puede ocurrir que el otro piense que cualquier camino alternativo que se cruce sea una opción para su acompañante mucho más atractiva que la monótona linealidad a la que lo tiene acostumbrado. Esa duda, generalmente sin fundamento real, suele ser la chispa que enciende la sospecha, la desconfianza y los celos malsanos. Fomentar pensamientos negativos referidos a las actitudes que se presuponen en el otro incide directamente en la buena marcha de la relación. En ese caso, más que en ningún otro, el diálogo pausado es fundamental. Aunque, en realidad, en la vida no hay camino largo, escarpado ni angosto que no sea más llevadero gracias a la compañía de alguien que nos facilite la marcha. No olvides poner de tu parte. 


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martes, 1 de julio de 2014

"Táctica y estrategia", un poema de Mario Benedetti (1984)


Ficha Técnica:



Título original: "Táctica y estrategia"


Libro: El amor, las mujeres y la vida


Páginas: 192


País: Uruguay


Editorial: Visor

Colección: Visor de Poesía

ISBN: 9788475223414








“Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón”. 








En la teoría:


Es público y notorio que la poesía no es mi género literario preferido. Es superior a mis fuerzas, algo que no puedo evitar, cuestión de genética. Ni me gusta la poesía ni, claro está, me gustan los poetas (que conste que de esto último hablo con total conocimiento de causa).

Una vez hace muchos años conocí a un poeta (recalco el uso del adverbio “mucho”, absolutamente necesario cuando hablo de la existencia de hombres anteriores a mi marido). Dios, era insufrible... como poeta, como hombre y como persona. Disfrazaba de sensibilidad todo lo que hacía, decía o imaginaba aun cuando esa sensibilidad no tuviera razón de ser. Era horroroso tomar un simple café con él, la magnificencia con la que pedía otro sobre de azúcar rozaba el ridículo más espantoso. Aún recuerdo el día que me invitó a ver el “Concierto de Navidad” en el palco principal del “Gran Teatro Falla” de Cádiz. Él con un traje de chaqueta oscuro de principios de siglo (¡XIX!), yo muy mona con un sencillo vestidito negro. Todo lo sabía, todo lo explicaba, todo lo comentaba sin apenas dejar escuchar con tranquilidad. Lo suyo era un continuo blablablá susurrado a mi oído que acompañaba de exagerados gestos de mano. Nunca entendí por qué dio por hecho que yo no sabía qué estaba escuchando aquella noche. Pero el sentirse superior a cualquier ser humano y dejarlo de manifiesto no era ni de lejos lo más detestable de él. Lo peor estaba por llegar. Cuando terminó el concierto, antes de que el director dejara reposar la batuta sobre el atril, antes de que las luces del teatro se encendieran completamente de nuevo, antes incluso de invertir un minuto de su tiempo en preguntarme qué me había parecido, se puso en pie cuan alto era y, con una intensidad de aplauso inhumana, empezó a gritar como poseído por una horda de orcos “¡bravo, bravo, bravo!”. ¡Qué bochorno! Ese patio de butacas con la vista alzada a nuestro palco, ese pasito para atrás para que nadie me viera, ese hombre que no callaba ni bajo agua. ¡Con lo recatada que he sido yo siempre! Lo que yo te diga, no me gusta la poesía, ni me gustan los poetas, sobre todo los poetas...


...salvo Mario Benedetti. El ESCRITOR con mayúsculas, el mago de los versos, el prestidigitador de las palabras. Solo él es capaz de hacerme abrir la puerta a las musas para invitarlas a un café. Solo él me convierte en una de esas mujeres que, aunque mantienen una relación con otra mujer, niegan en rotundo ser lesbianas básicamente porque, en realidad, no le gustan las mujeres. Es el único que da sentido a mi sentir, llena de lírica mi silencio, agrava mi voz aguda al tiempo que la transforma de repente en uruguaya. No amo la poesía, amo a Benedetti.

Cuando estudiaba en la facultad, Neruda era el culmen del buen gusto. Todos mis compañeros sabían recitar de memoria alguno de sus versos, yo no. Nunca me gustó el Nobel chileno, demasiado obvio para mi gusto. En mi modesta opinión, la poesía requiere de una especial sutileza, de un gracejo particular que convierte en extraordinario lo de común ordinario. Entre “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca" ("Poema XV" de Neruda) y "Compañera, usted sabe puede contar conmigo, no hasta dos o hasta diez, si no contar conmigo" ("Hagamos un trato" de Benedetti)… con sinceridad, ¡¿qué quieres que te diga?!


Eduardo Galeano dio en la clave cuando, con la voz rota consternado por la muerte de su compatriota, comentó: “"Benedetti" significa "benditos" en italiano, y lo único que puedo decir es eso: Benditos los hombres y mujeres generosos como él. Yo no solo soy enemigo de la inflación monetaria, sino también de la inflación "palabraria". Y me parece que el dolor se dice callando”. Así sea.



En la práctica:

Hay emociones que no precisan de mayor explicación. La gente, como la poesía, motiva o pasa desapercibida y, aunque esas motivaciones no siempre sean las adecuadas, prescindir de las poco recomendables sería un error. ¿Quién se siente capaz de valorar lo bueno sin haber conocido lo malo? La vida suele pasarnos por delante como las páginas de un libro infantil que nos hemos aprendido de memoria. Nunca le concedemos la importancia que merece porque confiamos en que en cualquier momento podremos volver a releer las partes de la historia que nos han pasado desapercibidas. Pero nuestras rutinas no conforman ninguna ficción novelada. No son un cuento de obligado final feliz. Ni una acumulación de versos con rima consonante en –ado. Nuestra cotidianidad es alternante, sube y baja como una cometa en las manos caprichosas de un niño, al antojo del viento, al abrigo de las miradas ajenas. Te adaptas o vas dando tumbos. No hay más.

Si es cierto que existen emociones que no precisan de mayor explicación, no entiendo qué hago yo aquí intentando explicar por qué enfrentarme a un libro con las páginas en blanco me produce tanto miedo. Si alguien lo escribiera por mí...
                                                        ...si alguien lo escribiera...
                                                                                            ...si alguien...

                                                                                                             ...si...