Hace
tiempo que andaba detrás de esta película. Allá por mil novecientos noventa y
nueve, con veintitrés años, yo era una responsable estudiante de doctorado en
la Université de
Bretagne Occidentale de Brest (Francia). Por aquellos entonces gozar de una
Beca Erasmus era, además de un privilegio al que se accedía a través del
expediente y de una prueba escrita en la lengua del país de destino, todo un
sacrificio económico para las familias, así que no pensé ni por un segundo
desaprovechar la oportunidad que mis padres me brindaban con tanto sacrificio. Cuando
apenas me había familiarizado con el idioma, unos compañeros que estudiaban la maîtrise (licenciatura)
me invitaron a asistir a la proyección del corto Le ballon rouge (El globo rojo) de
Albert Lamorisse. Ellos lo consideraban una auténtica obra de arte ganadora de la “Palma de Oro” del Festival de Cannes en 1956… No voy a
engañarte, no me enteré de nada, me aburrí soberanamente y, siendo sincera, la
experiencia me vino demasiado grande. Sin embargo, muy en mi línea, anoté el
título del corto y el nombre del director con las circunstancias que
llamaron mi atención en un cuadernito lila que siempre llevaba encima y que,
por cierto, aún conservo.
Jamás
he vuelto a dar con ese corto, falta de ganas supongo, de ahí mi interés por
ver la adaptación que de él realizó el director taiwanés Hou Hsiao-Hsien: Le voyage du ballon
rouge, traducido al español como El vuelo del globo
rojo, con una irregular Juliette Binoche cabeza de reparto. De este
director no sé ni cómo se pronuncia el nombre, así que evitemos cualquier
comentario que tú mismo/a podrías leer en Google y que alargaría
innecesariamente esta entrada. En cuanto a la película en cuestión… ¡puf,
demasiado densa!
La
historia en sí es sencilla: Simon, el hijo de una marionetista de vida caótica,
es perseguido por las calles de un París desgastado de postal ochentera por un
llamativo globo rojo. Hasta ahí bien. El problema reside en que la madre,
agobiada por el trabajo, decide contratar de niñera a una estudiante taiwanesa de
cine, excusa que utiliza el director para entremezclar la historia original de
Lamorisse con la que él mismo cuenta. En ese momento me perdí, me entró un
sopor horrible que desviaba mi atención a cada minuto, ¡y eso que acababa de
empezar! El ritmo es lento, lentísimo, la música no exhala vida, los colores
son apagados, los personajes tristes, las calles de París aburridas. Se supone
que el tema de ambas historias es la soledad infantil, entonces ¿por qué la
película centra su interés en la niñera taiwanesa y su cámara de vídeo?, ¿qué
se me escapa? Sí, las metagilipolleces de turno, pero no se me escapan, solo
las considero un recurso denostado. Por lo demás, imagino que es difícil
conectar con alguien que no siente el mínimo interés cultural por la “ciudad
del amor” donde se desarrolla su historia. Porque Hsiao-Hsien no realizó El vuelo del globo rojo
impresionado por la luz de la capital gala, no, lo hizo por una cuestión monetaria, por encargo del
director del Orsay como parte de una serie iniciada con motivo del vigésimo
aniversario del museo.
Esta debe de ser la primera vez que cuelgo un post de una película que no me ha gustado lo más mínimo. ¿Por qué entonces?, porque la crítica ha sido siempre exageradamente benévola con ella. Yo de ser tú no empleaba ciento tres minutos de un tiempo que de seguro no te sobra en ver la cinta. Si, pese a mi recomendación, decides bucear en aguas turbulentas... siempre es agradable ver a Juliette Binoche en pantalla aunque el resultado final sea un producto de discutible calidad.
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