sábado, 20 de abril de 2013

“Argo”, una película de Ben Affleck (2012)


Ficha Técnica:



Título original: Argo

Género: Drama


País: Estados Unidos


Duración: 120 minutos







"¿La CIA tiene a tres personas allí y no ven que se avecina una revolución? Eso es cualquier cosa menos inteligencia".


Sinopsis:

Noviembre de 1979. Los seguidores exaltados de un radical Jomeini toman la embajada de Estados Unidos en Teherán y convierten en rehenes a sus trabajadores. Seis diplomáticos consiguen escapar gracias al caos inicial por una puerta trasera. Tras pedir refugio en distintos consulados, finalmente es el embajador de Canadá quien los esconde en su propia casa. La opción menos mala para rescatar a esos funcionarios antes de que los iranís descubran su ausencia, los encuentren y los torturen en una plaza pública de Teherán roza el absurdo: Junto a un agente de la CIA especializado en rescates, los seis saldrán del país en avión haciéndose pasar por un equipo de cineastas canadienses en busca de exteriores exóticos en la zona para una producción de ciencia ficción. Basada en hechos reales, la tensión está servida desde el minuto uno.


Primer plano:

Mis padres han pasado unos días en casa. El niño se hace mayor al ritmo que ellos envejecen, imagino que por ese motivo se necesitan mutuamente algo más de lo acostumbrado. Ayer nos regalaron una tarde libre que aprovechamos para ir al cine (tenía mono terrible de sala de proyecciones, palomitas hipersaladas y coca-cola light de garrafón). La verdad es que la oferta en pantalla no era demasiado tentadora, pero como teníamos dos invitaciones tampoco nos íbamos a poner exquisitos. Primer vistazo general. Entre familias prehistóricas de dibujos animados, zombis adolescentes, remakes de época, héroes americanos que salvan el mundo, los odiosos hermanos Bardem y el hijo de Jeremy Irons haciendo sus primeros pinitos en el séptimo arte, la mejor opción parecía volver por donde habíamos venido. Veinte salas, ¿cómo es posible que no haya nada decente en veinte salas? Segundo vistazo. Escondida en el margen inferior del cartel de una película infantil sobre un villano de videojuegos reconvertido se encontraba la salvación (vaya, qué paradójico): Argo, la ganadora del Oscar 2013 a la Mejor Película.

El Ben Affleck actor que tú y yo conocemos siempre me ha parecido la versión humana de Mister Potato (el ejemplo más significativo lo puedes ver en School Ties, un film juvenil a medio camino entre El club de los poetas muertos y Rebeldes de Coppola). Es como si le hubieran tirado los rasgos faciales desde lejos y no los pudiera mover en los minutos que dura la película no sea que se desparramen por el suelo. Un actor, que no sea el grácil señor “papá” Irons, no puede medir un metro noventa, lo siento, no puede y no es que yo tenga algo en contra de los altos, de hecho me suelen gustar, pero es que a tanta distancia del nivel del mar los movimientos resultan toscos, mecánicos, carentes de improvisación. Sin embargo, el Ben Affleck director me parece una pasada desde los tiempos de Adiós, pequeña, adiós (durante una temporada fui adicta a las novelas de Dennis Lehane, autor también de Mystic River, cinta dirigida por Clint Eastwood, pese a la lentitud que supuran los escritos del primero y los trabajos del segundo). Pues perfecto, ya teníamos plan.

A grandes rasgos se trata de una dramatización de la participación de un agente de la CIA en el histórico rescate de seis diplomáticos de los Estados Unidos, refugiados en la residencia del embajador de Canadá, durante los primeros meses de la “Crisis de los rehenes” en Irán. La película comienza a modo de documental relatando las penurias a las que el “sha” sometía al pueblo y cómo, tras la destitución de este, los seguidores del Ayatolá Jomeini recriminan a los habitantes de Norteamérica el haberlo convertido en refugiado político. Las primeras imágenes, que mezclan realidad y ficción, son estremecedoras. La violencia irracional con la que se retrata al pueblo iraní me resulta exagerada, pero ya sabemos que Occidente siempre se ha afanado en distorsionar la imagen de toda cultura diferente a la suya. Eso sí, prepárate para subliminales mensajes patrios a lo largo y ancho de la trama sin olvidar la banderita de barras y estrellas ondeando al viento. Sin embargo, en términos generales, es una película que no te puedes perder. En realidad es fiel a la historia aunque lo sea desde un único punto de vista. La recreación de finales de los setenta es magistral. La banda sonora del compositor francés Alexandre Desplat es sutilmente perfecta. Los personajes, humanizados al extremo en ambos bandos, no se atropellan ni destacan los unos sobre los otros (salvo Tate Donovan a mis ojos porque fue mi ídolo de pre-adolescencia desde que lo viera pilotando una nave espacial en S.O.S. Equipo Azul). Todo en esta película encaja a la perfección como las piezas de un puzle Ravensburger, algo a lo que las pantallas de nuestro país no nos tienen acostumbrados.





Plano subjetivo:

Es cierto que he disfrutado de la oscarizada película de Ben Affleck con invitación, pero sin duda alguna habría pagado por verla. El mundo en el que vivimos está loco y, mientras encontramos un remedio físico, químico o sociológico contra la estupidez humana, una lección de historia no vendría nada mal a más de uno.


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