jueves, 4 de abril de 2013

"Una ducel mentira", una película de Pierre Salvadori (2010)


“Gripe viral sin fiebre por falta de defensas”, ese ha sido el diagnóstico del médico después de casi un mes de subidas y bajadas. Creo que pocas cosas de la rutina cotidiana son tan molestas como los síntomas gripales. Espera, déjame pensar… emparejar los calcetines de la colada se le acerca pero... no, no encuentro nada más molesto, en serio.

Ayer, mientras mi marido y mi hijo disfrutaban de una magnífica tarde en el parque, yo me desparramaba a solas por el sofá. Mi cuerpo no parecía mío, ni siquiera de la vecina, era como si la piel estuviera separándose poco a poco del resto de tejidos. Solo necesitaba un rato de tranquilidad, palabra, pero está claro que ese es un placer reservado para los demás. En esa hora llamó mi madre, llamó mi suegra, no sé cuántos “tuic-tuic” de whatsApp, Line... "¿pero dónde está la cámara?, porque esto es una broma, ¿verdad?". Entonces me llegó un SMS. Por extraño que parezca aún hay gente que no tiene internet en el móvil y continúa gastando quince céntimos por mensaje de texto. Era un buen amigo que me recomendaba con entusiasmo una película y le mandaba besos al niño. La oportunidad personificada, la mejor manera de recomponer mi cuerpo y de reconciliarme con el mundo. A los dos minutos llamó, exaltado, emocionado por esta película protagonizada por Audrey Tatou que no debía perderme. “En cuanto la veas escríbeme” dijo y en cuanto la vi le escribí. 


De vrais mensonges (traducida al español como Una dulce mentira) es un film de Pierre Salvadori del año 2010. No es que sea la obra maestra del milenio, ni siquiera del siglo, vale, tampoco del año, pero qué más da, rezuma pequeños detalles que han conseguido que me olvide de la cotidianidad molesta de esta gripe durante cien minutos. Intento que el ritual siempre sea el mismo: Bajo un poco las persianas para crear ambiente, pongo el móvil en silencio y me abandono a la historia. Entonces Una dulce mentira pasea de puntillas por mi salón sin apenas hacer ruido. Susurra de vez en cuando palabras que me hacen reír. Tiñe de colores azules la estancia y, como si fuera el antigripal más efectivo, dejo de sentir dolor. Las comisuras de mis labios sonríen mientras intento recordar dónde he visto yo antes al protagonista masculino, Sami Bouajila. Me estrujo el cerebro en una mueca de difícil ejecución y lo veo en Estado de sitio, con Annette Bening en el hammam, a punto de hacer estallar una bomba. La imagen se borra en seguida y todo vuelve a estar teñido de azul. La historia de Odette Tolemonde se repite, pero ¿acaso la magia de la vida no consiste en caminar una cuarta por encima del suelo de vez en cuando?

Sinopsis: Emilie es una joven emprendedora que, junto a su amiga Sylvia, decide montar una peluquería. Todo fluye con la normalidad cotidiana a la que la vida nos tiene acostumbrados hasta que contratan a Jean como encargado de mantenimiento. Los equívocos se suceden a partir de entonces por una carta de amor anónima que Jean decide enviar a Emilie pero que esta entrega a su madre, Maddy, deprimida desde que su marido la abandonara por una mujer casi tan joven como su propia hija.








Vale, Una dulce mentira no es la película del año pero está dirigida por Pierre Salvadori. Y, aunque él tampoco será reconocido director del año, en sus comienzos tuvo como musa a Marie Trintignant. Claro, te preguntarás quién es esa Marie de apellido dumasco, sí, yo también lo haría si no supiera que fue la actriz que murió a causa de los numerosos golpes que le asestó su exnovio despechado, Bertrand Cantat, exvocalista de Noir Dèsir, el grupo de rock francés que ha dado una de las mejores canciones del mundo al panorama musical: Le vent nous portera. Con el CD de fondo sonando en la cadena de música de mi salón, de repente me encuentro BIEN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario