Ficha Técnica:
Título original: La última salida
Autor: Francisco J. López Fernández
Género: Novela
Páginas: 124
Editorial: Vitela
ISBN: 9788493848101
Argumentos:
En La
última salida, novela con prólogo de Carmelo Gallardo Moraleda,
Secretario General del Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, el autor
construye una emotiva historia en la que da buena cuenta del valor y la entrega
de los miembros del cuerpo de bomberos. Gracias a una trepidante narración que
engancha desde la primera página, en la trama se evoca el incendio de los
“Almacenes Vilima” ocurrido en Sevilla en 1968, tragedia en la que murieron dos
profesionales del gremio. Autoeditada en un principio (Castillejo Ed., 2003),
en esta nueva edición se incluye un relato inédito titulado “Colibrí” en el que
se relata, al estilo colorista de la civilización maya, las experiencias de un
bombero en Santa Tecla, una humilde población de El Salvador.
Dando
paso a La última salida, “Colibrí” relata las experiencias de un
bombero en Santa Tecla, una humilde población de El Salvador, tras una erupción
volcánica. En la incansable y esperanzadora búsqueda de algún superviviente
entre los restos de lodo, este encuentra un pequeño cuaderno semienterrado que
sirve de hilo conductor a este cuento que tanto recuerda al realismo mágico del
Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y sus conocidas Leyendas.
El relato fue escrito por el autor tras su regreso del terremoto de El Salvador
de 2001.
En
la teoría:
Haciendo
memoria debo reconocer que, cuando a través de Facebook recibí hace un par de
años la invitación para acudir a la presentación de La última salida (Ed.
Vitela, 2010), no me lo pensé demasiado, al menos no tanto como me suelo pensar
acudir a eventos similares. Ya Carmen, uno de los lazos de unión entre el autor
y la que escribe, me lo había avisado en varias ocasiones: “Silvia, es una
lástima que no conozcas a Fran, te sorprendería su carisma”. Y vaya si me
sorprendió. Es curioso, en realidad no habíamos coincidido antes porque él
llegó unos meses después de que yo me hubiese marchado. Intuyo que te
preguntarás de dónde, pero esa, queridísimo consumidor de galletitas saladas,
es una información carente de relevancia para la historia que nos ocupa y, por
tanto, me reservo el derecho a no hablar de ello. El caso es que esta novela
fue presentada el jueves 17 de febrero de 2011 en el Colegio de Enfermería de
Sevilla en un acto distendido en el que el autor, arropado por numerosos amigos,
varios conocidos y algún que otro curioso, hizo gala de un tremendo desparpajo
en estos quehaceres literarios para delicia de todos los allí reunidos. Desde
luego que Carmen no se equivocaba en sus halagos, en todo caso se quedó algo
corta.
Al enfrentarnos por primera vez a la lectura de un texto literario, con
independencia del género del mismo, deberíamos de hacerlo con la emoción contenida
del primer beso y, como aquel, solo una vez saboreado sin prisas ni
perturbaciones es cuando estaríamos en disposición de emitir un simple juicio
de valor: Me ha gustado o no. Así recuerdo la lectura de La última
salida, como el primer beso, ese que estremece la piel de pies a cabeza,
ese que convierte tus piernas en metafórico alambre de insuficiente grosor para
sostener el resto del cuerpo, el único que no se olvida. Y no es para menos,
créeme, porque esta novela, que ha tenido una buena acogida en nuestro país,
está haciendo furor al otro lado del Atlántico. Colombia, Venezuela, México,
Costa Rica, gran parte de América del Sur ha caído rendida a los pies de una
historia que alcanza ya los casi cinco mil seguidores en Facebook. ¿De verdad
que no sientes curiosidad por ella?
Respecto
a "Colibrí"… lo cierto es que es una de esas historias que son para el
ánimo como unas pastillas de menta para el dolor de garganta: Un verdadero
alivio. Incluido al inicio de la novela de referencia, hace de su autor, por
encima de cualquier apreciación pasajera y afectiva, un mago de la palabra
capaz de convertir lejanas realidades en casi familiares.
Cuando
alguien escribe una historia que se cruza por su cabeza de buenas a primeras,
una historia que no ha vivido en persona pero que irremediablemente forma parte
de sí, es toda una suerte del destino poder sentarse tranquilo a escudriñar lo
que de real y de imaginario concentran esas líneas. Pero cuando alguien deja
constancia escrita de un acontecimiento que no solo marcó muchas vidas de forma
directa sino la suya propia de manera indirecta, un triste acontecimiento tan sumido
en su conciencia que las palabras llegan a fluir de su pluma como las lenguas
de lava que devastaron toda una región, entonces no queda más que respirar
hondo, cerrar los ojos y agradecer a la providencia la posibilidad que te
presenta en forma de cuento. Eso es "Colibrí", un río de magma que
funde todo a su paso, un torrente de emociones que conmueve y remueve el
interior del lector, un inocente destino truncado por un capricho de la
naturaleza. “Colibrí" emociona con la sutiliza de los colores acuarelados
en un inmaculado lienzo y es que, ante todo, Francisco J. López Fernández
compone una narración colorista al estilo de las grandes obras precolombinas de
una tierra que jamás debió de ser conquistada de una forma tan inhumana y
brutal. En esta breve composición las palabras se encadenan formando graciosas
guirnaldas que una niña de grandes y expresivos ojos oscuros viene a regalarnos
desde el más allá. La pequeña “Colibrí” se descubre más viva que nunca gracias
a la sensibilidad de un hombre que, aunque nunca llegó a conocerla, fue capaz
de dibujarla en mi cabeza con trazos muy precisos. Si aún te preguntas el
porqué del éxito sudamericano de este escritor es que, amigo mío, no has leído
nada de él.
En
la práctica:
Esta
extraña tarde de sueños extraviados dentro de un gran bolso verde de "Springfield" he cogido La última salida de su estante con la
esperanza de encontrar la clave que me haga recuperar lo que creo perdido y de
lo que otros hacen gala con una facilidad pasmosa. Me he sentado en la mecedora
con mi hijo en mis piernas y, acunados los dos por su suave y monótono
balanceo, he comenzado a leer “Colibrí” muy despacito, tanto como para que su
infantil entendimiento no perdiera detalle de lo que su mamá con tanta
paciencia le deseaba transmitir. Se ha dormido, antes de terminar él ya se
había dormido. Sin duda alguna su inocente cabeza había decido empezar ella
sola a dibujar los primeros trazos de la pequeña “Colibrí”.
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