Ficha Técnica:
Título original: Mezcla de lejía y crema
Autor: Varios
Género: Relatos cortos
Páginas: 192
País: España
Editorial: Ediciones Beta
ISBN: 9788415495222
Argumento:
Compendio de los relatos ganadores en el V Premio Ediciones Beta
de Relato Corto cuya temática fue "mi primera vez".
En la teoría:
Llevo algunos días pensando que estaría bien escribir una entrada sobre lo que ocurrió hace dos años y que cuento en el post anterior. Tranquilo, no es que hoy especialmente necesite alimentar mi ego, a ese vamos a dejarlo como está, más bien quería escribir algo para eternizar el recuerdo de aquel día y de todo lo que sucedió, porque nadie me tuvo en cuenta lo patosa que suelo ser, porque todo fueron atenciones y risas, muchas risas, algunas nerviosas, otras espontáneas, pero risas al fin y al cabo. ¿Sabes?, estuvo bien... pero me quedé sin demasiadas ganas de repetir. Y, cuando ya estaba convencida de que no me vería en otra de esas, esta mañana, mientras una de las traducciones que tengo pendientes se me resistía, recibo un correo de Ediciones Beta (www.edicionesbeta.com) en el que me comunican que mi relato "El sacrificio de Alcestis", presentado a concurso hace un par de meses, se publicará en una antología del género breve que será presentada, en principio, el próximo uno de junio en la carpa central de la Feria del Libro de Bilbao. Me quedé sin palabras, no supe reaccionar, en serio. Yo no estoy acostumbrada a estas cosas, me presento a concurso muy de vez en cuando para que algunos me dejen de dar la brasa con eso, pero... sigo felizmente sin palabras.
En la práctica:
La vida es generalmente extraña, hazme caso.
A
medida que me hago mayor los quehaceres diarios me resultan tan rutinarios como
repetir hasta la saciedad que mi primer apellido se escribe con dos
"s". Lo peor es que, por poco que me atraiga, lo único que se me
ocurre contra la mecánica costumbre es dejarme llevar por ella, actuar como si
nada ni nadie pudiera darle cuerda a mi reloj vital (el biológico lo olvidé en
el quirófano hace casi veintiocho meses y, a día de hoy, aún no he vuelto a por
él). Todo parecía desteñido a mi alrededor, borroso al estilo de una foto
antigua, hasta que una buena mañana descubro parada ante un semáforo en
rojo que, en realidad, los colores vivificados no me pasan desapercibidos. Es
entonces cuando me observo en el retrovisor consciente de que no solo estoy
tarareando una canción de los payasos de hace treinta años, si no de que canto
a pleno pulmón su estribillo y lo bailo como si fuera el último éxito
radiofónico de Lady Gaga. ¡A mí que nunca me ha caído del todo bien Miliki! “Si
toco la trompeta, tarataratareta. Si toco el clarinete, teretereterete. Si toco
el violín...”, por fortuna a través de la red eres libre para imaginar mi voz,
en directo no tendrías tanta suerte. En fin. Sonrío al tiempo que reconozco que
mi hijo, el responsable de que en el CD de mi coche suene este tipo de música,
mueve cada uno de los hilos de mi vida a su antojo desde que crecía en mi tripa
y yo tan feliz.
Soy
un grano de arena en el desierto, una brizna de hierba en el prado, la
"u" invisible del "que" en un mensaje de
WhatsApp. Espero sin desesperar y entre tanto, con los pies un palmo por
encima del suelo, atesoro recuerdos y convierto el doce de abril, de hace dos
años y de este año, en mi día fetiche.
Hazme
caso, la vida es generalmente extraña.
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