viernes, 12 de abril de 2013

"Mezcla de lejía y crema", un libro resultado del V Premio Ediciones Beta de Relato Corto (2013)


Ficha Técnica:




Título original: Mezcla de lejía y crema

Autor: Varios

Género: Relatos cortos

Páginas: 192

País: España

Editorial: Ediciones Beta

ISBN: 9788415495222






Argumento:

Compendio de los relatos ganadores en el V Premio Ediciones Beta de Relato Corto cuya temática fue "mi primera vez".




En la teoría:

Llevo algunos días pensando que estaría bien escribir una entrada sobre lo que ocurrió hace dos años y que cuento en el post anterior. Tranquilo, no es que hoy especialmente necesite alimentar mi ego, a ese vamos a dejarlo como está, más bien quería escribir algo para eternizar el recuerdo de aquel día y de todo lo que sucedió, porque nadie me tuvo en cuenta lo patosa que suelo ser, porque todo fueron atenciones y risas, muchas risas, algunas nerviosas, otras espontáneas, pero risas al fin y al cabo. ¿Sabes?, estuvo bien... pero me quedé sin demasiadas ganas de repetir. Y, cuando ya estaba convencida de que no me vería en otra de esas, esta mañana, mientras una de las traducciones que tengo pendientes se me resistía, recibo un correo de Ediciones Beta (www.edicionesbeta.com) en el que me comunican que mi relato "El sacrificio de Alcestis", presentado a concurso hace un par de meses, se publicará en una antología del género breve que será presentada, en principio, el próximo uno de junio en la carpa central de la Feria del Libro de Bilbao. Me quedé sin palabras, no supe reaccionar, en serio. Yo no estoy acostumbrada a estas cosas, me presento a concurso muy de vez en cuando para que algunos me dejen de dar la brasa con eso, pero... sigo felizmente sin palabras.



En la práctica:

La vida es generalmente extraña, hazme caso.

A medida que me hago mayor los quehaceres diarios me resultan tan rutinarios como repetir hasta la saciedad que mi primer apellido se escribe con dos "s". Lo peor es que, por poco que me atraiga, lo único que se me ocurre contra la mecánica costumbre es dejarme llevar por ella, actuar como si nada ni nadie pudiera darle cuerda a mi reloj vital (el biológico lo olvidé en el quirófano hace casi veintiocho meses y, a día de hoy, aún no he vuelto a por él). Todo parecía desteñido a mi alrededor, borroso al estilo de una foto antigua, hasta que una buena mañana descubro parada ante un semáforo en rojo que, en realidad, los colores vivificados no me pasan desapercibidos. Es entonces cuando me observo en el retrovisor consciente de que no solo estoy tarareando una canción de los payasos de hace treinta años, si no de que canto a pleno pulmón su estribillo y lo bailo como si fuera el último éxito radiofónico de Lady Gaga. ¡A mí que nunca me ha caído del todo bien Miliki! “Si toco la trompeta, tarataratareta. Si toco el clarinete, teretereterete. Si toco el violín...”, por fortuna a través de la red eres libre para imaginar mi voz, en directo no tendrías tanta suerte. En fin. Sonrío al tiempo que reconozco que mi hijo, el responsable de que en el CD de mi coche suene este tipo de música, mueve cada uno de los hilos de mi vida a su antojo desde que crecía en mi tripa y yo tan feliz.

Soy un grano de arena en el desierto, una brizna de hierba en el prado, la "u" invisible del "que" en un mensaje de WhatsApp. Espero sin desesperar y entre tanto, con los pies un palmo por encima del suelo, atesoro recuerdos y convierto el doce de abril, de hace dos años y de este año, en mi día fetiche.

Hazme caso, la vida es generalmente extraña.


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